artesexpresivas y receptivas del lenguaje

Friday, February 23, 2007

CONTENIDO

Unidad IV

Motivación para el Aprendizaje de la lectura y escritura
Contenidos Conceptuales.
Concientizar las Deficiencias.
Valorar la Formación
Motivación para el Aprendizaje.
Metas y procesos motivacionales en los alumnos.
Motivación en la enseñanza de la lectura y la escritura.
Relación de los contenidos con la praxis pedagógica.
Reflexión Personal
Reseña
Referencias

Unidad IV

Motivación para el Aprendizaje de la lectura y escritura

En esta unidad se estudiarán algunos aspectos relacionados con el significado de la motivación escolar, la cual constituye uno de los factores psicoeducativos que más influyen en el aprendizaje.

Contenidos Conceptuales

Concientizar las Deficiencias

Tenemos limitaciones, si nos vemos con objetividad reconoceremos que no somos infinitamente sabios, maduros, capaces e Inteligentes; la verdad es que tenemos capacidades y fortalezas al lado de dificultades, deficiencias y aspectos mejorables; en algunas áreas nos falta claridad de propósitos, en otras no somos constantes, en ocasiones no procedemos de manera organizada, en ciertos casos actuamos de forma irresponsable, y así sucesivamente.
Ahora bien, la primera condición para superar las deficiencias es darse cuenta de que se tienen y responsabilizarnos por ellas. Sin embargo, es frecuente que pongamos en marcha mecanismos de defensa tendientes a no reconocer, justificar o minimizar las propias fallas. En el ambiente educativo son frecuentes expresiones como “tuve mala suerte”, “el profesor la tiene agarrada conmigo”, “no me explicaron bien”, “no hubo tiempo suficiente”, “hice lo que pude”, “eso no me lo han enseñado”, “diez es nota lo demás es lujo”, entre muchas otras. Con estas Justificaciones, lejos de superar las deficiencias, lo que logra es adaptamos a vivir con ellas, sin que nos hagan sentir tan mal.
En el extremo, esta actitud puede conducir a un hecho social doloroso y ampliamente extendido como es el fracaso estudiantil; bajo esta expresión se agrupan situaciones tan diversas como el bajo rendimiento académico, la repitencia, la escasa motivación y hasta la deserción o el abandono de los estudios. El estudiante vive esta circunstancia de varias maneras: a) constituye una fuente de conflicto con sus padres y profesores, lo cual le acarrea reproches, sanciones y desaprobaciones; b) como sentimiento de culpabilidad, pues tiene la impresión de que comete una falta que mortifica a sus padres y deteriora el clima familiar; c) como fuente de humillación para el concepto de sí mismo y d) como sentimiento de impotencia frente a las tareas educativas, lo cual debilita la confianza en sus propias capacidades.
Por otro lado, somos seres humanos que vivimos en una sociedad, la cual tiene una determinada cultura y participamos de un sistema educativo que Intenta capacitamos para desenvolvemos dentro de esa sociedad aprovechándonos del conocimiento acumulado; en nuestras dificultades como estudiantes seguramente incide una multiplicidad de factores, en los cuales se pueden mezclar cuestiones personales, familiares, sociales y del propio sistema educativo, entre otros. Sin embargo, nuestra zona de influencia tiene sus limites y, tal vez, no podremos hacer mucho por cambiar el sistema educativo, pero donde si podemos intervenir y producir transformaciones y rectificaciones es con respecto a nosotros mismos.

Valorar la Formación

El hombre es un ser que está en parte hecho y en parte debe hacerse, vive un constante proceso de llegar a ser lo que quiere, es un proyecto permanentemente abierto al futuro, su destino es desplegar al máximo sus potencialidades, llegar a conocer y amor, superarse y mejorar, de este modo, lo que le da sentido a nuestro vida es la ejecución de lo que valoramos y la realización personal viene dada por la comprensión, aprecio y práctica de valores.
Lo que más valoramos es aquello que consideramos digno de dedicarle nuestras energías y tiempo, lo que nos parece bueno y valioso, lo que nos produce placer o bienestar, en definitiva, aquello que apreciamos nos reporta algún provecho. Hay quienes les preocupa, básicamente, su realización como personas, a otros los Interesa el éxito. Hay quienes se centran en disfrutar la vida, otros en sobrevivir. Unas personas dedican su vida bien a ganar dinero, disfrutar, amar a los demás, volverse famosas, lograr el poder y convertirse en líderes o a saber cada vez más.
Por supuesto, en estas orientaciones de la vida, las categorías puras no existen y lo habitual son las combinaciones; sin embargo, lo importante es precisar cuál o cuáles de ellos prevalecen en nosotros y aseguramos que eso sea realmente lo que queremos. Por ejemplo, la elección vocacional está impregnada de valoraciones y cada quien estudia aquella carrera que considera que merece la pena dedicarse a aprenderla y luego a ejercerla como profesión; esa estimación se puede tener por una carrera técnica, la medicina, la educación, la investigación científica o las artes. Las cualidades que quieres que tenga tu esposo o esposa, la empresa en la que trabajas o quisieras trabajar, la escuela a la cual quieres que vayan tus hijos o tus amigos, reflejan tus valoraciones.

Aprender y estudiar: El aprendizaje es el proceso mediante el cual se obtienen nuevos conocimientos, habilidades, valores o actitudes a través de experiencias vividas las cuales producen algún cambio en nuestro modo de ser o de actuar. Aprende un niño que, al explorar su ambiente, se quema con el horno o con un cigarrillo, quien se monta en una bicicleta con el deseo de saber hacerlo, quien ve una película o un programa de televisión, aprenden los hijos en una conversación familiar, aprende el funcionario que comienza a ejercer un cargo.
Podemos aprender por imitación o por ensayo y error, y mucho de lo que aprendemos ocurre de una manera espontánea, es lo que se denomina aprendizaje incidental, el cual ocurre sin enseñanza formal, sin la Intención de aprender y sin un motivo determinable, Solamente la proximidad de objetos o eventos en el espacio o en el tiempo es condición suficiente para que ocurra este tipo de aprendizaje.
Sin embargo, estudiar es aprender de una manera intencional, esto Implica que el aprendiz debe establecer sus metas y emplear consciente y deliberadamente las estrategias que le permitan alcanzarlas, Quien no sabe lo que quiere en la vida o por qué estudia, o quien estudia sin método, tiene menores posibilidades de éxito que quien tiene propósitos firmes y sostenidos y cultiva las habilidades que le permitan lograr sus metas,
Se trata de asumir una conducta voluntaria; ello contrasta con la conducta procedente del instinto, Impulso, reflejo o hábito, ninguna de ¡u cuales implica una elección consciente entre distintas alternativas. Este acto de voluntad se manifiesta en:

* Establecer metas más o menos distantes en el tiempo y ciertos modelos y principios de conducta.
* Evaluar vías alternativas de acción y realizar las acciones que parecen mejores en función de los principios y metas específicos.
* Inhibir impulsos y hábitos que pudieran distraer la atención o, entrar en conflicto con un principio o un fin.
* Perseverar frente a obstáculos y frustraciones en la persecución de metas.
Entre las fallas más comunes que pueden conducir a la debilidad de la voluntad figuran la ausencia de objetivos que exijan esfuerzos o de ideales y modelos de conducta Importantes, para decidir entre alternativas o asumir las decisiones tomadas.

Motivación para el Aprendizaje

No es lo mismo tener que hacer algo que querer hacer ese algo. El término motivación se deriva del verbo latino movere, que significa “moverse”, “poner en movimiento” o “estar listo para la acción”. Según Woolfolk (1990, p.236), “La motivación se define usualmente como algo que energiza y dirige la conducta”. De esta manera, un motivo es un elemento de conciencia que entra en la determinación de un acto volitivo; es lo que induce a una persona a llevar a la práctica una acción. Puede afirmarse, en consecuencia que en el plano pedagógico motivación significa proporcionar motivos, es decir, estimular la voluntad de aprender.
El papel del docente en el ámbito de la motivación se centrará en inducir motivos en sus alumnos en lo que respecta a su aprendizaje y comportamientos para aplicarlos de manera voluntaria a los trabajos de clase, dando significado, de manera tal que los alumnos desarrollen un verdadero gusto pro la actividad escolar y comprendan su utilidad personal y social.
La motivación escolar no es una técnica o método de enseñanza particular, sino un factor cognitivo-afectivo presente en todo acto de aprendizaje y en todo procedimiento pedagógico, ya sea de manera explícita o implícita (Díaz y Hernández, 2001). El manejo de la motivación en el aula supone que el docente y sus estudiantes comprendan que existe interdependencia entre los siguientes actores:

* Las características y demandas de la tarea o actividad escolar.
* Las metas o propósitos que se establecen para tal actividad.
* El fin que se busca con su realización.

Por lo anterior puede decirse que son tres los propósitos perseguidos mediante el manejo de la motivación escolar:

* Despertar el interés en el alumno y dirigir su atención.
* Estimular el deseo de aprender que conduce al esfuerzo.
* Dirigir estos intereses y esfuerzos hacia el logro de fines apropiados y la realización de propósitos definidos.

El papel de la motivación en el logro del aprendizaje significativo se relaciona con la necesidad de inducir en el alumno el interés y esfuerzo necesarios, y es labor del profesor ofrecer la dirección y guía pertinentes en cada situación.
La motivación condiciona la forma de pensar del alumno y con ello el tipo de aprendizaje resultante. Por eso es que Alonso Tapia (1991, p.11) afirma que querer aprender y saber pensar son las “condiciones personales básicas que permiten la adquisición de nuevos conocimientos y la aplicación de lo aprendido de forma efectiva cuando se necesita”.
De manera ideal se esperaría que la atención, es esfuerzo y el pensamiento de los alumnos estuviera guiado por el deseo de comprender, elaborar e integrar significativamente la información, pero se sabe que esto no siempre, ni exclusivamente es así. En gran medida la orientación de los alumnos está determinada por su temor a reprobar o por la búsqueda de una aceptación personal. En realidad, la motivación para el aprendizaje es un fenómeno muy complejo, condicionado por aspectos como los siguientes:

* La posibilidad real que el alumno tenga de conseguir las metas que se propone y la perspectiva asumida al estudiar.
* Que el alumno sepa cómo actuar, qué proceso de aprendizaje seguir (cómo pensar) para afrontar con éxito las tareas y problemas que se le presentan.
* Los conocimientos e ideas previas que el alumno posee de los contenidos curriculares por aprender, de su significado y utilidad, así como de las estrategias que debe emplear.
* El contexto que define la situación misma de enseñanza, en particular los mensajes que recibe el alumno por parte del profesor y sus compañeros, la organización de la actividad escolar y las formas de evaluación del aprendizaje.
* Los comportamientos y valores que el profesor modela en los alumnos, los cuales pueden facilitar o inhibir el interés de éstos por el aprendizaje.
* El empleo de una serie de principios motivacionales que el docente puede utilizar en el diseño y conducción del proceso de enseñanza.

El contexto aprendizaje depende en gran medida de las acciones del docente: “Él es quien decide qué información presentar, cuándo y cómo hacerlo; qué objetivos proponer; qué actividades planificar; qué mensajes dar a los alumnos, antes; durante y después de las diferentes tareas; cómo organizar las actividades de forma individual, cooperativa o competitiva; qué y cómo evaluar; cómo comunicar a los alumnos los resultados de las evaluaciones; qué uso hacer de la información recogida”. (Alonso Tapia, 1991, p.12). es por esto que el docente ejerce una influencia decisiva, ya sea consciente o inconscientemente, en lo que los alumnos quieran saber y sepan pensar.
No obstante, si hay una serie de factores concretos y modificables que contribuyen a la motivación de los alumnos y que los profesores pueden manejar a través de su desempeño y mensajes. Dichos factores modificables se refieren al nivel de involucramiento de los alumnos en la tarea, al tono afectivo de la situación, a los sentimientos de éxito e interés, así como a las sensaciones de influencia y afiliación al grupo (Arends, 1994).
De esta forma, la motivación escolar se encuentra ligada de manera estrecha al ambiente de aprendizaje imperante en el aula (sus propiedades, procesos, estructura y clima).


Metas y procesos motivacionales en los alumnos

Es de vital importancia para el docente conocer las metas que persiguen sus alumnos cuando están en clase.
Tradicionalmente la motivación se ha dividido en dos clases: Motivación intrínseca y motivación extrínseca. La motivación intrínseca se centra en la tarea misma y en la satisfacción personal que representa enfrentarla con éxito. La motivación extrínseca, por su parte depende más bien de lo que digan o hagan los demás respecto a la actuación del alumno o de lo que éste obtenga como consecuencia tangible de su aprendizaje. Lo cierto es que en el comportamiento de los alumnos se encuentran ambos tipos de motivación.
Puede afirmarse que dentro de los motivos principales que animan a los alumnos a estudiar están implicados el conseguir aprender, alcanzar el éxito, evitar el fracaso, ser valorado y obtener recompensas.
Uno de los propósitos centrales de la formación que reciben los niños y jóvenes en las instituciones escolares es desarrollar el gusto y el hábito del estudio independiente, y en este sentido se espera que la motivación del alumno se centre en lo placentero que resulta adquirir conocimientos válidos que le permitan explicar y actuar en el mundo en que viven.
Desde este punto de vista la motivación intrínseca se verá privilegiada, y será lo más deseable que el alumno se vea absorbido por la naturaleza de la tarea, haga intentos por incrementar su propia competencia, y actúe con autonomía y no obligado.
Asimismo y en relación con la autovaloración que hace de su desempeño, se espera que el alumno experimente la llamada motivación de logro u orgullo que sigue al éxito, en vez de miedo al fracaso, por lo cual se reconoce con amplitud que la experiencia de vergüenza y humillación obstaculizan de manera considerable el aprendizaje.
No obstante la motivación extrínseca también desempeña un papel central, y desafortunadamente, en no pocas ocasiones constituye la fuente principal de motivos para aprender. Es claro que los alumnos, en particular los más pequeños, buscan experimentar la aprobación de los adultos y evitar su rechazo, y esto condiciona su interés por el estudio, mientras que en los adolescentes es más que evidente la búsqueda de la aprobación de los iguales.
Por otra parte, las metas relacionadas con la obtención de recompensas externas, como lograr premios o bien evitar la pérdida de objetos y privilegios, actúan determinando el esfuerzo selectivo que el alumno imprime en su trabajo.
Las metas señaladas no son necesariamente excluyentes; lo que puede ser objeto de preocupación es que los alumnos sólo consideren el valor “instrumental” de la realización de una actividad de aprendizaje, sin tomar en cuenta lo que en sí misma les pueda aportar.


Es importante precisar que uno de los supuestos centrales de los enfoques cognitivistas de la motivación es que las personas no sólo responden a situaciones externas o condiciones físicas, también, lo hacen a sus percepciones de tales situaciones. De esta forma, las teorías de la atribución describen de qué manera las representaciones, justificaciones y excusas de los individuos influyen en su motivación, explicando así los resultados, en particular los éxitos y los fracasos (Woolfolk, 1990)
Cabe aclarar que los educadores con frecuencia consideran que la motivación para el aprendizaje es una especie de interruptor que se “enciende” al inicio de la actividad de aprendizaje, y que una vez activada (gracias al empleo de una dinámica de grupo, preguntas inductoras), continúa automáticamente encendida hasta el final.
En contraposición a la ciencia anterior, pienso que la motivación no se activa de manera automática ni es privativa del inicio de la actividad o tarea, sino que abarca todo el episodio de enseñanza y aprendizaje, y que el alumno así como el docente debe realizar deliberadamente ciertas acciones, antes, durante y al final, para que persista o se incremente una disposición favorable para el estudio. En consecuencia, el manejo de la motivación para el aprendizaje debe estar presente y de manera integrada en todos los elementos que definen el diseño y operación de la enseñanza.
Por lo tanto:

Fuente: (Díaz y Hernández, 2001)

Motivación en la enseñanza de la lectura y la escritura

La motivación no significa que un rasgo personal distinga a uno de otro alumno, ni que algunos alumnos la tienen y otros no. La motivación tampoco justifica que se califique de flojo a un alumno cuando el maestro cree que carece de ella.
La motivación radica en impulsos externos e internos para que el niño, el joven o el adulto interactúe en la sesión que expone el maestro o en eventos diferentes. Los impulsos provocan principalmente a los sentidos; es decir, inducen a que el individuo perciba ya por el tacto, ya por la vista, ya por el oído, situaciones interesantes en una atmósfera cálida y relajada para que alerte al cerebro y éste a su vez trabaje fisiológicamente áreas que a veces están aletargadas o poco ejercidas.
Cuando uno está motivado realiza un gran esfuerzo, este último puede o debe ser dirigido y consistente para que la persona alcance el placer, la satisfacción o la meta por la que aprende o ejecuta. Si acaso el maestro tiene un objetivo específico sobre la enseñanza-aprendizaje, debe procurar que sea compatible con la necesidad del alumno. Así, los estímulos ejercidos por parte del formador generan un reto que permite al alumno esforzarse y, por lo tanto, cumplir con su propia meta. Recordemos que ésta, siempre es personal. La motivación, el esfuerzo, la meta alcanzada fortalecen al individuo que cobra día con día confianza y seguridad para retarse así mismo. Esto robustece sus anhelos, aunque resulta importante que explore sin reticencia situaciones diversas.
Muchas veces creemos que la escritura está cumplida en su totalidad porque el alumno escribe su nombre, conoce la oración, distingue un sustantivo, o bien, lee los minúsculos textos que en el programa escolar exigen. ¿Por qué es importante escribir? Olvidamos que la escritura produce una estructura mental lógica y abierta, cuyo sentido conlleva reflexión, detenimiento, análisis, profundidad, abstracción, elementos espaciales, entre otros aspectos.
En la escritura queda inmersa la creatividad, ese vocablo extraño que a tantos espanta o despreocupa, y en ella van la emoción y el pensamiento del autor, del alumno, que precisan de un sitio en blanco para vaciarse en contenido y en experiencia.
¿Con qué palabra se define el alumno a sí mismo? Lo ignoramos. Frente a nosotros están las caras adormiladas. ¡Son cabezas duras!, algunas muecas descontentas, ¿qué no entienden?; otros gestos de tristeza, ¡burros!; otros más de apatía, ¿cuántas veces debo repetirlo? y, hasta el rincón, los ojos indiferentes, ¡ya te dije!, que burlan a nuestro intelecto, a la autoridad académica, al maestro. ¡Por Dios!, quien fue niño también y pasó por las aulas de la misma manera que esos seres. El olvido es un arma peligrosa.
La escritura desarrolla el intelecto, porque el creador deposita en ella la riqueza de vocabulario, puntuación, ortografía, redacción, congruencia, concordancia. Si, en ella, además de la creatividad, hallamos la manifestación más objetiva del manejo correcto de la lengua. Los temas contenidos en el programa de lengua que se han repasado a lo largo de la primaria, secundaria o de un grado a otro, quedan impresos en un texto creativo, en un texto estudiantil.
La escritura confronta al creador. Reta. Le demanda darse en palabras, te reclama conocimiento, precisión, juego, dinamismo, lo pone a trabajar mentalmente y lo impulsa a investigar, a pensar, a aprender.
Quien escribe crea. Quien lee recrea. La lectura y la escritura tienen un vinculo indisoluble, puesto que quien escribe investiga el tema o el asunto que llama su atención, hurga en su propio conocimiento o en el de otros. Por lo tanto, aprende a leer, aprende a leerse, y el objetivo final del texto: expresión para otro, para un lector. Así, la lectura y la escritura establecen un punto permanente de contacto entre la creación y la recreación.
Daniel Cassany menciona que la imagen social más difundida de la escritura es bastante raquítica y a menudo errónea. No todo mundo califica como escritos lo que se elabora en el trabajo, una idea divulgada, aceptada por cada uno de nosotros, como si la palabra escritor designara a seres alados, cultos, prominentes y, por lo tanto, la escritura fuera el sello majestuoso de la fama, de la popularidad o bien, de lo inaccesible. Otras personas califican de ociosos a los escritores o dicen que no tienen nada que hacer en la vida mientras uno trabaja; sus obras son el resultado de la haraganería y el texto, en consecuencia, no sirve para nada. Entonces, ¿qué sucede con los textos escolares?, ¿acaso el alumno es un ocioso?, ¿la escritura no tiene que ver con el aprendizaje?
Cada materia, si así queremos denominada requiere de la escritura y de la lectura para su comprensión. El ejercicio de la escritura y la lectura enseña al alumno nuevos caminos hacia el aprendizaje, pues en ellas existe la búsqueda de la invención. Reconozcamos que la mayoría de las materias contienen aspectos teóricos que necesitan de un lector atento y comprometido para discernir o resolver cualquier punto relevante. Desde un problema aritmético o matemático hasta un hecho histórico o científico. Esto confirma el vínculo indisoluble entre la escritura y la lectura. Para conseguir que los alumnos aprendan, no basta explicar bien la materia y exigirles que aprendan. Es necesario despertar su atención, crear en ellos un genuino interés por el estudio, estimular el deseo de conseguir los resultados previstos y cultivar el gusto por los trabajos escolares. Ese interés, ese deseo y ese gusto actuarán en el espíritu de los alumnos como justificación de todo esfuerzo y trabajo para aprender.
La motivación no es un problema exclusivo de la enseñanza y del aprendizaje. Está presente en todas las manifestaciones de la vida humana, condicionando su intensidad y su eficacia.

Relación de los contenidos con la praxis pedagógica

En el ámbito escolar, la posibilidad de enriquecer nuestro conocimiento, ampliar nuestras perspectivas y desarrollarnos como personas está determinada por la comunicación y el contacto interpersonal con los docentes y los compañeros de grupo.
Es por lo anterior, que la psicología, y en particular las aproximaciones cognitivas, sociogenéticas y sociolingüísticas, se ha interesado por el estudio de la dinámica real del aula, en términos de las interacciones que ocurren entre el docente y el alumno y entre los propios alumnos.
Los cambios motivacionales en los alumnos suelen estar asociados a los mensajes que les transmiten el profesor a través de sus actuaciones y de la información que les da sobre su desempeño. Estos mensajes pueden centrarse en los resultados así como en el proceso de aprendizaje.
En este sentido, el deseo de saber, la necesidad de logro y autosuperación, la involucración personal en un campo de estudio determinado son factores que inciden en el aprendizaje por cuanto condicionan el estado de alerta, atención, el nivel de esfuerzo, la persistencia y la concentración con lo que la persona asume las diferentes actividades.
Para que los alumnos adquieran dominio de las destrezas de lectura y la escritura, es necesario que tengan deseos y estímulos para desarrollarlos, además de que tengan acceso a materiales interesantes y una práctica frecuente. La motivación, en el aula depende de la interacción entre el profesor y sus estudiantes. En cuanto al alumno influye en las metas que se establece, la perspectiva que asume y sus expectativas de logro y las atribuciones que hace de su propio éxito o fracaso.
En el profesor es de gran relevancia lo importante que resulta su actuación y los comportamientos que modela así como los mensajes que transmite a los alumnos y la manera como organiza la clase.
De allí que la motivación dentro de la praxis pedagógica para la enseñanza de la lectura y la escritura constituye un elemento indispensable que encaja en el campo de las denominadas estrategias de apoyo, las cuales permiten al aprendiz mantener un estado propicio para el aprendizaje, ejerciendo un impacto indirecto sobre la información que se va a aprender, y su papel es mejorar el nivel de funcionamiento cognitivo del alumno, habilitando una disposición afectiva favorable para desarrollarlas.

Reflexión Personal

Nuestro comportamiento generalmente tiene diversas motivaciones, así, un estudiante puede realizar una asignación porque:

* Desea ser reconocido por sus compañeros como el mejor.
* Sus padres le ofrecieron un premio.
* Le interesa el tema y despertó su curiosidad.

El trabajo académico requiere de una fuerte dosis de motivación, pues cuando hay interés, el trabajo se vuelve más participativo, efectivo y entusiasta, con mejor disposición para vencer los obstáculos. La motivación intrínseca produce un efecto dinamizador en la actividad de la persona, de manera que se constituye en uno de los elementos fundamentales de la actividad creativa y el disfrute emocional durante la actividad intelectual.
Es necesario trabajar aspectos motivacionales conjuntamente con la enseñanza de las estrategias de comprensión lectora y composición escrita. Desde el inicio de su entrenamiento se debe dirigir la enseñanza con el objeto de conseguir que los alumnos reestructuren sus interpretaciones sobre cómo aprender en forma significativa. El resultado de una determinada técnica de motivación para estos procesos dependerá de una serie de factores intrínsecos y extrínsecos al educando y de sus diferencias individuales.
Son innumerables las técnicas de motivación existentes. Y es bueno que así sea, pues el docente, en cualquier circunstancia, tendrá la oportunidad de echar mano de una u otra.
Los autores revisados muestran que la clave del trabajo motivacional en el aula reside en la habilidad del profesor de poner en contacto a los estudiantes con ideas potentes que permitan vincular estructuras de contenido, clarificar las principales metas de enseñanza y proporcionar las bases de aplicaciones auténticas.
Para concluir, considero que la motivación es un proceso a la vez personal y social: el alumno actúa como elemento integrante de un grupo donde lo importante es mantener un clima emocional positivo que está influido por la motivación de manera significativa por las formas de interacción docente – alumno y los compañeros involucrados en la consecución de metas afines.
Motivar para la lectura y la escritura exige despertar el interés y la atención en los alumnos por los valores contenidos en ellas, promoviendo su desarrollo y mejoramiento, el gusto por realizarlas y la satisfacción de cumplir con las tareas que estos procesos demandan.

Reseña

Autor: Solé Isabel
http://www.educadormarista.com/articulos/el_apoyo_del_profesor
Revista: Aula de Innovación Educativa.
Año: Mayo, 2001.

El Apoyo del Profesor

En el aprendizaje escolar, hablar de motivación remite a la compresión de aquello que actúa, para el alumno, como incentivo para aprender.
Encontramos alumnos más curiosos que otros, algunos más interesados en general, por lo que la institución educativa les ofrece, es igualmente cierto que la motivación no es algo que venga dado, sino que se construye en las propias situaciones de enseñanza y de aprendizaje.
A partir de estas consideraciones Isabel Solé en su artículo presentado en Aula de innovación educativa, mayo 2001, titulado “El apoyo del profesor” ha examinado las relaciones de motivación y aprendizaje significativo, proporcionando algunas pautas para que la intervención del profesor contribuya a que los alumnos se sientan motivados intrínsecamente para aprender.
Para Solé el aprendizaje siempre tiene un coste cognoscitivo y emocional para el alumno. Aprender de verdad implica recuperar, contrastar, cuestionar y modificar los esquemas de conocimiento no exento de dificultades y que requiere dedicación y esfuerzo.
A partir de esta afirmación, la autora plantea que la mayoría de las veces lo que ocurre no es que los alumnos y alumnas no están motivados en absoluto, lo que pasa, más bien es que están motivados por otras cosas, o dicho en otros términos, que los motivos que persiguen no coinciden con aquellos que persigue el profesor (y no son tampoco los más adecuados para aprender).
En tal sentido considera que los motivos que los alumnos pretenden, suelen ser muchos y muy diversos y según (Alonso, 1997; Dweek y Ellott, 1983) existen ciertos acuerdos en considerar que en una tarea de aprendizaje los alumnos pueden dar prioridad a metas vinculadas a:

* Obtención de una recompensa externa (un premio, un regalo) o a evitar un castigo.
* La propia autoestima: percibiese como competentes (o no percibiese incompetente)
* La valoración social: quedar bien ante los demás, ser aceptado (o evitar quedar mal)
* La propia tarea: incrementar la propia competencia, disfrutar con la realización de la tarea.

Estas metas no son totalmente incompatibles entre sí. Sin embargo, es evidente que para un alumno el aprendizaje puede ser prioritariamente un medio para conseguir algún beneficio o para evitar determinada incomodidad.
En este caso, el alumno se encuentra extrínsecamente motivado, y para él, hasta cierto punto es indiferente lo que haya que aprender, lo que importa son los resultados y sus consecuencias (el premio, el reconocimiento y la valoración). Asimismo, en el extremo opuesto, el alumno puede estar enfocado hacia el aprendizaje cuando lo que le importa es justamente aprender, esto es, cuando el aprendizaje es en sí mismo una finalidad, en este caso el alumno se encuentra intrínsecamente motivado y que los incentivos para aprender se encuentran en la propia tarea.
De allí que Solé precise importantes aspectos en relación a la motivación y su incidencia en el tipo de aprendizaje realizado (menos o más significativo), así como ubicar en este contexto la función de los profesores.
Por otro lado, se plantea que no se trata únicamente de contribuir a motivar a los alumnos, sino de que esa contribución redunde en motivación intrínseca, lo que a su vez sitúa al alumno en mejores condiciones para realizar aprendizajes con un elevado grado de significatividad. En segundo lugar que las prioridades del profesor en este ámbito, deberán traducirse en ayudar a los alumnos a centrarse en la tarea, y no exclusivamente en los resultados. Ello significa que, al menos en parte, la función del profesor consistirá en contribuir a que los alumnos perciban el sentido de aprender.
De esta manera es necesario saber que se pretende que se aprenda, encontrarlo interesante y sentirse competente para la tarea que se trate. Para ello se propone ayudar al alumno a representarse los objetivos de lo que se propone y los motivos por los cuales debe realizarlo.
Es por ello que favorecer la motivación de los estudiantes según Solé requiere de un ambiente que privilegie la cooperación por encima de la competición, en el que sea normal pedir y ofrecer ayuda y en el que quepa la posibilidad de equivocarse a aprender de los propios errores, la comunicación fluida y respetuosa, el trato justo y personalizado, son perfectamente compatibles con una moderada exigencia que traduzca confianza del profesor en las posibilidades de sus alumnos.
En este sentido considero que contribuir a que los alumnos se sientan motivados para aprender implica valorar a cada uno como persona diferente a las otras, y tener expectativas positivas aunque ajustadas en relación a sus posibilidades de aprender. Ello significa que, para estar motivado un alumno tiene que percibir que lo que se propone aprender no se corresponde exactamente con lo que sabe y, simultáneamente, que dispone de los recursos necesarios, entre ellos, las ayudas que le pueden proporcionar sus compañeros y su profesor para abordar la tarea con garantías de éxito, aunque requiera un esfuerzo. El hecho de que se perciba al profesor como una fuente de ayuda aparece como un aspecto esencial para que los alumnos se sientan motivados a aprender y lograr que aprendan los contenidos y, simultáneamente, que constaten que pueden aprender otras cosas, cuyo sentido perciben, es, sin duda, el mejor medio para romper el círculo entre la desmotivación y la significación del aprendizaje.

Reseñadora:
María Julia Blanco Rojas
Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Instituto Pedagógico “Rafael Alberto Escobar Lara”
mariajuliama@hotmail.com


Referencias

Alonso, J. (1991). Motivación y aprendizaje en el aula. Madrid: Santillana.

Arends, R. (1994). Aprendiendo a enseñar. Nueva Cork: Mc Graw-Hill.

Díaz, F. y Hernández, G. (2001). Estrategias docentes para un aprendizaje significativo.

Woolfolk, A. (1990). Psicología educativa. Méxic o: Prentice-Hall.

Friday, February 16, 2007


Estrategias para el aprendizaje y desarrollo de la lectura y la escritura
Leer para aprender
El Proceso de Lectura
Comprensión de la lectura
Desarrollo de capacidades para la lectura
La enseñanza de estrategia de comprensión lectora
¿Qué estrategias vamos a enseñar? ¿Cómo podemos enseñarlas?
Estrategias previas a la lectura
Estrategias durante la lectura
Estrategias después de la lectura
Producción Escrita
El desarrollo de estrategias de composición escrita
Las estrategias del escritor para comprender
la situación retórica
Las estrategias del escritor para adaptarse
a las necesidades de un lector
Las estrategias del escritor para el acto mismo de componer
Relación de los contenidos con la praxis pedagógica
Reflexión Personal
Reseña
La situación retórica
Su importancia en el aprendizaje y en la enseñanza
de la producción escrita
Referencias


Unidad III

Estrategias para el aprendizaje y desarrollo de la lectura y la escritura

Leer para aprender

Es frecuente oír a los estudiantes quejarse de que no comprenden los materiales que les asignan en las diferentes materias. De seguro, esta dificultad puede tener diversas causas no atribuibles al aprendiz; entre otras, puede ser que el tema sea complejo o que el texto esté escrito de una manera complicada; sin embargo, el factor que está más a nuestro alcance y también lo más frecuente se relaciona con las dificultades para comprender la lectura. Este es uno de los problemas más importantes que enfrenta gran parte del estudiantado, el mismo tiene graves consecuencias en todo el proceso de aprendizaje, por cuanto una de las claves para que los seres humanos tengan acceso a los conocimientos de su cultura es la capacitación para comprender la información verbal.
Por lo anterior, quien desea hacerse de una buena formación necesita convertirse en un lector que comprenda bien lo que lee. El aumento de la tecnificación de la sociedad ha incrementado las exigencias de alfabetización adecuada. La baja capacidad lectora limita las posibilidades de desarrollo de las personas en la moderna sociedad actual.
La lectura es un proceso complejo en el cual concurren de manera interactiva cuatro componentes, que son: el escritor, quien actúa como emisor, el lector o receptor, el texto que constituye el mensaje y el contexto en el cual ocurre todo el proceso. El lector es quien reconstruye el significado del texto, a través del procesamiento de los signos impresos, el establecimiento de relaciones con su experiencia, sus conocimientos y su competencia lingüística. (Ríos, 1991).

El Proceso de Lectura

Valiéndose de pistas, signos, gráficos y elementos sintácticos, semánticos y contextuales el escritor expresas su pensamiento, opiniones y actitudes. La idea que una persona se hace de un texto dependerá, no sólo de las intenciones de quien lo escribe, sino también del significado que le asigne el que lo lee. A medida que la perspectiva del escritor esté más sincronizada con la del lector, la comprensión del texto será más plena y ello implica que el mensaje del autor se relacione con los conocimientos del lector.

Comprensión de la lectura

Comprender la lectura es un proceso cognitivo complejo, interactivo y dinámico entre el mensaje presentado por el autor y el conocimiento, las expectativas y los propósitos del lector. Es extraer el significado, tanto en las palabras separadas como de las relaciones entre ellas. Este significado se puede lograr de textos explícitos, de relaciones implícitas, de los conocimientos previos del lector y de sus experiencias acerca del mundo. Los buenos lectores aportan al texto sus experiencias, habilidades e intereses; el texto a su vez les permite aumentar las experiencias y conocimientos, y encontrar nuevos intereses.
La comprensión de la lectura incluye una serie de destrezas. Como comprender los significados de la palabra en el contexto en que se encuentra, encontrar la idea principal, hacer inferencias sobre la información implicada pero no expresada, y distinguir entre hecho y opinión. Con todos estos elementos el lector construye en su sistema cognitivo la significación de lo que lee.
Por último también se considera que la comprensión de la lectura es una actividad estratégica porque el lector reconoce sus alcances y limitaciones de memoria, y sabe que de no proceder utilizando y organizando sus recursos y herramientas cognitivas en forma inteligente y adaptativa, el resultado de su comprensión de la información relevante del texto puede verse sensiblemente disminuida o no alcanzarse, y el aprendizaje conseguido a partir de ella puede no ocurrir.
En este sentido, el lector que intenta comprender un texto y que desea “leer para aprender” debe planear el uso de distintos procedimientos estratégicos, los cuales también deben ponerse en marcha y supervisarse de manera continua, en función de un determinado propósito o demanda contextual planteada de antemano. (Solé, 1992)

Desarrollo de capacidades para la lectura


La enseñanza de estrategia de comprensión lectora

Las estrategias de comprensión lectora son consideradas como una clase particular de procedimientos de orden elevado. Cumplen con todos los requisitos: tienden a la obtención de una meta, permiten avanzar el curso de la atención del lector, aunque no la prescriban en su totalidad; se caracterizan por el hecho de que no se encuentran sujetas a una clase de contenido o un tipo de texto exclusivamente, sino que pueden adaptarse a distintas situaciones de lectura; implican los componentes metacognitivos de control sobre la propia comprensión, dado que el lector experto, no sólo comprende sino que sabe qué comprende y cuándo no comprende.
¿Por qué es necesario enseñar estrategias de comprensión? En síntesis, porque queremos hacer lectores autónomos, capaces de enfrentarse de manera inteligente a textos de muy distinta índole, la mayoría de las veces distintos de los que se usan cuando se instruye.
Hacer lectores autónomos significa también hacer lectores capaces de aprender a partir de los textos para ello, quien lee debe ser capaz de interrogarse acerca de su propia comprensión, establecer relaciones entre lo que lee y lo que forma parte de su acervo personal, cuestionar su conocimiento y modificarlo, establecer generalizaciones que permitan transferir lo aprendido a otros contextos distintos. (Solé, 1992).
Enseñar estrategias de comprensión contribuye pues, a dotar a los alumnos de recursos necesarios para aprender a aprender.

¿Qué estrategias vamos a enseñar? ¿Cómo podemos enseñarlas?

Las estrategias que vamos a enseñar deben permitir al alumno la planificación de la tarea general de lectura y su propia ubicación, motivación, disponibilidad ante ella; facilitarán la comprobación, la revisión y el control de lo que se lee, y la toma de decisiones adecuadas en función de los objetivos que se persigan.
Son muchas las clasificaciones de los tipos de estrategias que se han elaborado, además de dichas clasificaciones se suelen observar discrepancias, lo que a veces es considerado una estrategia, otra es una técnica. Será necesario, en cada caso, analizar las condiciones que aconsejan una determinada intervención.
De lo dicho anteriormente se desprende que enseñar estrategias de lectura implica pensar y diseñar actividades que se llevarán a cabo antes de iniciar la lectura propiamente dicha, actividades que se llevarán a cabo mientras se lee y actividades que los estudiantes realizarán después de haber leído un texto.
Solé (1992) considera que, la separación entre los tres momentos principales de la ocurrencia del proceso, es un tanto artificial, algunas de las estrategias son intercambiables, para varios momentos, pero es evidente que dicha división existe y en ese sentido, tiene una cierta validez psicológica.
Lo más importante no es que los alumnos posean un amplio repertorio de estrategias, sino que sepan utilizarlo eficazmente según algún propósito determinado.

Estrategias previas a la lectura

Comprenden todas las que se plantean preferentemente antes de llevar a cabo el proceso, las cuales tienen que ver con el establecimiento del propósito para leer y con las actividades de planeación sobre cómo enfrentar el proceso de comprensión de la lectura utilizando los recursos cognitivos disponibles.
Cuando iniciamos una actividad lectora, siempre debe existir un propósito que la antecede (aunque generalmente en la escuela, dichas finalidades son impuestas desde el exterior por el docente o por las exigencias del programa académico). Por ello, se considera que establecer el propósito de la lectura es una actividad fundamental porque determina tanto la forma en que el lector se dirigirá al texto como la forma de regular y evaluar todo el proceso.

Estrategias durante la lectura

Estas estrategias son las que se aplican cuando ocurre una interacción directa con el texto y cuando se están ejecutando los micros y macros procesos de lectura. Una de las actividades autorreguladoras más relevantes que ocurren durante la lectura es la de monitoreo o supervisión del proceso. Esta actividad autorreguladora se ejecuta en función del propósito y del plan previamente especificado para valorar si la aplicación de las estrategias son las adecuadas para el proceso de comprensión.
Esta actividad de monitoreo o supervisión es esencial para la realización adecuada de todo el proceso en marcha.

Estrategias después de la lectura

Estas estrategias son aquellas que ocurren cuando ya ha tenido lugar la actividad de lectura (o cuando ha finalizado una parte de la misma). El primer lugar lo ocupa la estrategia autorreguladora de evaluación de los procesos y productos, en función por supuesto del propósito establecido el segundo lugar le corresponde a las actividades estratégicas específicas que son concretizadas (pero que vienen trabajándose de antemano) una vez que haya realizado todo el proceso o una parte del mismo.
Las estrategias típicas que se realizan después de finalizar el acto de comprensión son dos variantes de la atribución del sentido conseguidas gracias a la interacción entre los conocimientos previos y las características del texto: la identificación de la idea principal y el resumen.
La estrategia de evaluación ocurre recursivamente durante la comprensión bajo formas como la auto-interrogación. Gracias a esta actividad autorreguladora, son posibles las actividades de supervisión y de toma de decisiones que el lector realiza para saber si el proceso de comprensión está ocurriendo en forma óptima o si algo está fallando. (Díaz y Hernández, 2002)
Distintos tipos de estrategias clasificadas de acuerdo con el momento (antes, durante y después) en que ocurren en el proceso o de la comprensión de textos según (Solé, 1992)


No es suficiente con enseñar a descodificar sino que es necesario, sobre todo, y desde los inicios de la enseñanza, enseñar a controlar su propia comprensión, a regular la propia actuación según las condiciones de cada tarea para interpretar de manera adecuada lo que estamos leyendo. (Castelló, 1997)
Es por ello que en las situaciones de lectura en la escuela se debe enseñar a los alumnos estrategias para interactuar con los textos de manera consciente y voluntaria para que puedan, de manera cada vez más autónoma, extraer significado.

Producción Escrita

Constantemente necesitamos comunicarnos por escrito con otras personas para hacerles saber nuestros pensamientos y sentimientos; así en la vida cotidiana, necesitamos escribir cartas, postales, notas y diarios; en el proceso educativo debemos elaborar composiciones, monografías, informes escritos, ensayos, tesis; en el medio laboral las personas tienen que hacer cartas, informes, oficios entre otros. Ocurre, sin embargo, que frecuentemente se nos dificulta expresar nuestras ideas de una forma coherente, comprensible y precisa.
Muchas de estas dificultades persisten en profesionales que, aún cuando hayan pasado por los más altos niveles del sistema educativo formal, se ven en aprietos al tener la necesidad de sistematizar la información que sobre algún tópico se requiera. Tienen que hacer grandes esfuerzos por no disponer de estrategias que les permitan organizar y expresar sus ideas de una manera fluida.
La composición escrita es un proceso cognitivo complejo mediante el cual la persona traduce sus representaciones mentales: ideas, pensamientos, sentimientos e impresiones en discurso escrito o coherente, en función de hacérselos llegar a una audiencia de una manera comprensible y para el logro de determinados objetivos.
En la producción escrita hay que tener algo que decir, un propósito que se satisfaga mediante la escritura, una pregunta a la que responda el escrito. En ese que decir puede haber dos fuentes: una es nosotros mismos, los conocimientos almacenados en nuestra memoria. La otra fuente son los recursos externos, que pueden ser otras personas o recursos bibliográficos de diversa índole.
En los últimos años, se han desarrollado varias líneas de investigación sobre la escritura; desde varias áreas de investigación psicológica sobre aspectos lingüísticos evolutivos, cognitivos y educacionales, que pueden resultar promisorios respecto a como construir nuevas prácticas de pensamientos letrado, con el fin de lograr innovaciones significativas en la enseñanza de este dominio (Díaz y Hernández, 2001)

El desarrollo de estrategias de composición escrita

Los escritores son resolvedores de un problema en el momento de enfrentar una hoja en blanco y una tarea de composición textual, es posible ver como ellos desarrollan la tarea y cómo difieren cualitativamente, tanto en sus modos de procesar la información como en sus productos escritos. Obviamente, no existe una estrategia que resuelva todos los problemas.
Una forma de avanzar en este desarrollo de la capacidad estratégica es que la conciencia de nuestras propias decisiones y un conocimiento de las alternativas puede darnos, esto es, un incalculable poder de decisiones conscientes. En otras palabras, el conocimiento y desarrollo consciente de los propios procesos o capacidad metacognitiva es una clave para mejorar en el proceso de escritura, como se ha visto que sucede en el terreno de la comprensión textual.
La enseñanza de estrategias de composición puede encontrar diversos medios de trabajo. La alternativa elegida por Flower (1989) se basa en estimular las habilidades metacognitivas de los sujetos y hacerlos saber y sentir que controlan sus propios procesos de escritura; de este modo, ellos llegarán a ser más reflexivos y productivos como escritores y, a la vez, más efectivos en comunicación escrita con sus posibles lectores. Para lograr estos objetivos la autora en cuestión, propone concentrarse en tres tipos de estrategias:

Las estrategias del escritor para comprender la situación retórica

Ellas implican que el escritor debe estar consciente de los destinatarios y expectativas que involucra todo acto de componer. Para comprender la situación retórica es necesario saber a quién se le escribe, por qué y qué pretenden los lectores encontrar en lo escrito. Además se debe tener claridad del rol del escritor en esta situación.
Ello significa saber “leer el contexto”, aprender a darse cuenta de los requisitos básicos de un plan de escritura ayuda a salir adelante ante ciertos posibles conflictos, incluso, antes de iniciar el escrito. Estas estrategias ayudan al lector a entrar en contacto con la red colaborativa y conversacional que rodea a una buena producción escrita.

Las estrategias del escritor para adaptarse a las necesidades de un lector

Ellas tienen que ver con la manera cómo se organiza y planifica lo escrito para que el objetivo sea compartido con el lector y que se proponga de tal modo que sea fácil comprenderlo y recordarlo a lo largo de la lectura, comprendiendo los argumentos y encontrando el punto de la discusión.

Las estrategias del escritor para el acto mismo de componer

Estas estrategias conciernen a la generación de ideas, monitoreo de y organización del pensamiento y escritura misma.
De acuerdo con Flower (1993), todos los escritores tienen estrategias de composición, estén conscientes o no de ellas. Se incluyen aun aquellas de índole colaborativo informal en que se escuchan y discuten ideas con otras personas antes de llegar a crear una página de buen texto.
Por otro lado Bereiter y Scardamalia (1987) han propuesto dos métodos de enseñanza para el entrenamiento de procesos y estrategias realizadas durante la composición. De acuerdo con la idea de los respectivos modelos del escritor experto y novato, el objetivo principal de estos dos métodos de enseñanza consiste en proponer procedimientos eficaces para promover la transición de un modelo de composición novato “decir el conocimiento a otro experto” transformar el conocimiento. Los dos métodos de enseñanza propuestos por estos autores para lograr el cambio estructural entre modelos son la facilitación procedimiental y la concretización de metas.

La facilitación procedimental. Consiste en una serie de rutinas y ayudas externas confeccionadas para ayudar a los sujetos novatos a ejecutar las funciones autorreguladoras sobre los procesos involucrados en la producción escrita, que no son capaces de realizar adecuadamente por sí mismos. De este modo, con base al conocimiento que se tiene sobre cómo proceden los expertos cuando componen, se han diseñado una serie de apoyos externos, fichas de trabajo, que fungen como auto instrucciones, asociados con los procesos de planificación, textualización y revisión (contextualizados en distintos tipos de géneros textuales sobre lo que se quiere enseñar). (Díaz y Hernández, 2001)

La concretización de metas. Consiste en sustituir metas complejas de tareas de composición, por otras de un tipo más concreto y manipulables. Se supone que al enfrentar al aprendiz al logro de metas más concretas, se puede facilitar de forma indirecta y paulatina el mismo tipo de actividad mental autorreguladora involucrada en metas más complejas de composición. De este modo, la concretización de metas sería una situación propicia para ayudar a fomentar las estrategias necesarias para orquestar y regular los procesos, buscando que éstas sean transferidas posteriormente a tareas más complejas de composición.
Es evidente que esto requiere enseñarlo desde que se inicia el aprendizaje de la escritura, en principio debe considerarse la necesidad de planificar el entrenamiento con base a una propuesta metodológica que enseñe las estrategias y procesos de composición y relacionando este entrenamiento con el conocimiento metacognitivo (el conocimiento que tiene cada individuo como escritor) y autorregulador (la forma de regular todo el proceso). No basta con enseñar o apoyar a través de los distintos recursos, de cada uno de los procesos y estrategias que se incluyen dentro de un programa (fichas de apoyo, o fichas para pensar): tampoco es suficiente explicarle a los alumnos cómo deben realizarse los pasos necesarios. Esto será completo si se incluyen actividades dirigidas a la reflexión sobre el proceso de la composición sobre cuándo, dónde y en qué contextos comunicativos utilizarlas. Donde se reconozca el valor de las actividades cotidianas que permiten negociar ampliamente textos (escribir y leer) atendiendo a necesidades comunicativas reales (en función de distintos destinatarios y fines).


Relación de los contenidos con la praxis pedagógica

La base de la relación cotidiana pedagógica debe ser la comunicación que lleve a una experiencia inteligente de descubrimiento, en la cual se permita compartir y/o confrontar con los demás las ideas acerca de la lectura y la escritura. Para esto, es necesario propiciar el acercamiento a los textos y crear la necesidad de leerlos, anticipando y prediciendo su contenido a partir de los índices, de las marcas gráficas o lingüísticas, y de contexto en que aparecen.
Al utilizar las estrategias tanto de composición escrita como de comprensión lectora dentro de las aulas, se propone el desarrollo de la competencia comunicativa oral y escrita y precisar las relaciones entre las funciones y las características de estos lenguajes, siempre poniendo al niño en contacto directo con estos dos aspectos en los textos. De allí que dentro de la praxis pedagógica se trata de buscar con la adecuación de las estrategias que debe el docente utilizar, las situaciones más adecuadas para que los aprendices puedan construir su conocimiento y ampliarlo en contextos diversos. No existen prescripciones que puedan asegurar el éxito de un método sobre otro, la diversidad de estrategias tanto para la composición escrita como para la comprensión lectora se tienen que enseñar para que el alumno disponga de alternativas y pueda decidir sobre su uso a lo largo de su proceso de aprendizaje, que le permita tomar conciencia del proceso seguido realizando un conjunto de actividades cognitivas complejas que se concretan en la utilización de procedimientos, que con la orientación del docente dentro de la praxis pedagógica pretenden lograr el desarrollo de la autonomía en cuanto a que el alumno es hacedor de su proceso de formación, que lo lleva a un progreso de sus actos comunicativos

Reflexión Personal

La escritura tiene la potencialidad de transformar el conocimiento que se posee al iniciar el proceso de escribir, a través de dos operaciones básicas: la planificación y la revisión. El lenguaje escrito no suele ser espontáneo sino anticipado y reconsiderado. En particular, la revisión permite releer y entender mejor lo que se sabe, es decir, ayuda a volver a pensarlo. Ahora bien, no se aprende a escribir de una vez y para siempre sino que se puede continuar haciéndolo cada vez que se enfrenta una hoja en blanco y siempre que se revise lo escrito en forma meticulosa.
En la vida cotidiana, la expresión oral y escrita no son elementos aislados, sino que forman parte de la totalidad de las actuaciones y experiencias del ser humano. Por ello su práctica debe ser involucrada con otros aspectos para que el niño no sólo avance en su lenguaje, sino que desarrolle todas las acciones que impulsan al progreso de sus habilidades y se de, así, una integración entre lo sensorial y lo motriz, lo matemático y la lectura y la escritura en situaciones significativas.
No basta con enseñar en qué consisten cada una de las estrategias que se incluyan dentro de un programa de lectura y escritura, ni tampoco es suficiente con explicarle a los alumnos los pasos necesarios sobre cómo deben realizarse cada una de ellas. Ambos tipos de conocimiento (conceptuales, procedimientales) respectivamente de las estrategias son necesarios pero no suficientes para que los alumnos las aprendan y usen de manera significativa en contextos cotidianos de comprensión y aprendizaje de textos académicos.
En los procesos de composición que ocurren en el aula más allá de la clase de lengua, es necesario reconsiderar la relación entre estrategias, estructuras y contenidos de aprendizajes, y los maestros deben contribuir reconociendo cuáles de estas estrategias y estructuras pueden resultar más adecuadas para las disciplinas que enseñan.
Al igual que en el caso de la lectura, es necesario cambiar la forma de entender la evaluación de la producción escrita. En relación a ésta Cassany (1993) señala que es necesario un cambio de actitud del profesor cuando realiza la evaluación, en la que debe dejar su papel de juez calificador que atiende a los productos y a los aspectos formales de la escritura, sustituyéndola por la de un colaborador dialogante y guía que centre la actividad evaluativo en los procesos y que coadyuve a mejorar los aspectos más complejos de la escritura y la forma en qué se expresan los contenidos.
Por último, considero que el aprendizaje de estrategias tanto para la composición escrita como para la comprensión lectora es progresivo e implica tiempo. No puede aprenderse una estrategia si no se da un entrenamiento prolongado de la misma, con un conocimiento del contexto y situaciones de lectura y escritura para las que sean recomendable el uso de las mismas, en función de lograr aprendizajes más valiosos y significativos a partir de los procesos de lectura y escritura.

RESEÑA

Autor: Ricardo Benitez Figari
Revista: signos@UCV.cl
Año: 33 Nº 48, Junio 2000
Universidad Católica de Valparaíso

LA SITUACIÓN RETÓRICA:

Su importancia en el aprendizaje y en la enseñanza de la producción escrita

En el discurso, existe lo que llamamos “contexto situacional” gracias al cual decidimos qué debemos decir, el lenguaje que debemos usar, los gestos que debemos emplear y, tal vez hasta la vestimenta que debemos llevar. Este contexto desaparece o más bien, existe en otras características, cuando el productor de un texto escrito intenta comunicarse con un consumidor de este texto. Luego uno de los problemas que presenta la producción de textos escritos radica en que, por lo general, el escritor y lector no están presente en el mismo lugar donde se produce la lectura; es decir, no existe la inmediata conversación entre un hablante y un oyente y, aparte del conocimiento de una buena puntuación, ortografía y sintaxis para comunicarse, el escritor debe suplir esa carencia de simultaneidad mediante una situación retórica bien concebida.
La situación retórica es el contexto en el cual los hablantes o escritores crean discurso retórico al cual se le da significado que existe como reacción a una situación (Bitzer, 1968).
El presente artículo de Ricardo Benítez Figari publicado en Signos, Año 33, Nº 48, 2000). La situación retórica, su importancia en el aprendizaje y la enseñanza de la producción escrita, ha pretendido reunir importantes consideraciones acerca de la misma dentro de la producción escrita tomando en cuenta tres elementos básicos: la audiencia, el destinatario del texto; el tópico, la materia específica acerca de la cual se escribe; y el propósito, el objetivo hacia el cual propenden las intenciones del productor y el efecto que se desea lograr en el destinatario; intentando otorgar la debida importancia a que tiene la situación retórica en el aprendizaje / enseñanza de la producción escrita en las escuelas.
Debido a su importancia, los escritores deben estar conscientes de ella al momento de escribir, si desean que su texto contenga un mensaje pleno o íntegro.
A partir de esta consideración el autor plantea como sustento teórico los componentes de la situación retórica propuestos por Flower y Hayes (1981), conservando el tópico y la audiencia y se denominó “propósito” a la exigencia. Estos tres componentes son parte a su vez, de un componente mayor, la situación comunicativa o el ambiente de la tarea de escritura y se consideran como conocimiento previo adquirido, es decir, el sujeto sabe acerca de qué va a escribir, a quién le va a escribir y con qué fin va a escribir.
Al considerar la escritura como un acto netamente social, no se puede dejar de lado el contexto retórico en la cual está inserta. Desde una perspectiva metacognitiva, estar conscientes de la situación o contexto retórico al momento de escribir contribuye a tener una base explícita y objetiva para decidir qué enfatizar, qué debe tener menos importancia y qué debe dejarse de lado en el acto de escribir.
En esta misma línea pedagógica señala el autor que, en las instrucciones contenidas en una tarea de escritura, el tópico contenido en ella debe permitir al estudiante hacer uso de su conocimiento de mundo para poder producir, para que éste sea capaz de componer por escrito.
Por consiguiente, la situación retórica debe contemplarse en el diseño de las tareas de escritura que se le entrega a los estudiantes para guiarlos en su producción escrita. El establecimiento de una sólida situación retórica a lo largo de un escrito cualquiera contribuye en gran medida a su coherencia y al mantenimiento de ésta para conformar un todo.
Finalmente, considero que debe enfatizarse la importancia que tiene la situación retórica al momento de producir por escrito para lograr una efectiva comunicación escrita con un propósito retórico, ya sea el de informar, entrever, persuadir o describir, ajustándose a las necesidades de los lectores.

Reseñadora:
María Julia Blanco Rojas
Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Instituto Pedagógico “Rafael Alberto Escobar Lara”
mariajuliama@hotmail.com

REFERENCIAS

Cassany, D. (1993). Reparar la escritura didáctica de la corrección de lo escrito. Barcelona: Graó.

Castelló, M. (1997). Las estrategias de aprendizaje en el área de lectura. En Monereo Font, C. (coord). Estrategias de aprendizaje. (p.p 165-218) Madrid: Aprendizaje visor.

Díaz, F y Hernández, G. (2001). Estrategias docentes para un aprendizaje significativo. México: Mc Graw-Hill.

Ríos, P. (2004). La aventura de aprender. Venezuela: Cognitus, C.A.

Solé, I. (2002) Estrategias de lectura. Barcelona: Graó.

Friday, February 09, 2007

UNIDAD II. MODELOS DE LA ENSEÑANZA DE LA LECTURA Y LA ESCRITURA

CONTENIDO

Unidad II
Modelos de la enseñanza de la lectura y la escritura
Contenidos conceptuales
Relación de los Contenidos con la Praxis Pedagógica
Reflexión Personal
Reseña
Referencias


Unidad II

Modelos de la enseñanza de la lectura y la escritura

Contenidos conceptuales

Aprendizaje de la Lectoescritura

Es evidente que aprender a leer y escribir es, en las sociedades modernas desarrolladas, algo más que adquirir la capacidad de asociar sonidos y grafías o de interpretar y utilizar un código. Estar alfabetizado es, tal como indica Wells (1986), estar en condiciones de enfrentarse convenientemente a contextos diferentes para acudir a la acción, sentimiento u opinión que se propone en ellos, en el contexto de un campo social determinado.
Por tanto siguiendo con Wells, es necesario identificar los cuatro niveles en la adquisición y el dominio de la lengua escrita, que se integran entre sí para que los individuos puedan leer y escribir desde un punto de vista crítico-analítico, que puedan transferir, relacionar y ser aplicables para que se realice la transferencia de conocimientos.
Estos niveles se muestran a continuación y se integran entre sí como muestra el esquema de la siguiente página.
Si bien la escuela ya empieza a tomar en cuenta los niveles segundo y tercero, todavía es extraño encontrar en las programaciones escolares la articulación de los cuatro niveles y, más difícil todavía, encontrarlos en forma simultánea, es decir, de manera que el aprendizaje de un nivel no tenga que esperar a la consecución del anterior (Cassany, Luna, Sanz, 1994).

Métodos para aprender a leer y escribir

Tradicionalmente, desde la perspectiva pedagógica, el problema del aprendizaje de la lectura y escritura ha sido planteado como una cuestión de métodos. La preocupación de los educadores se ha orientado hacia la búsqueda del “mejor” o “más eficaz” de ellos, suscitándose así una polémica en torno a dos tipos fundamentales de métodos sintéticos, que parten de elementos menores a la palabra, y analíticos, que parten de la palabra o de unidades mayores.
En defensa de las virtudes respectivas de uno y otro método, se ha originado una discusión entre maestros y partidarios de ambos métodos, unos y otros contaban las virtudes de un método y las deficiencias del otro.
Son muchos los aspectos en que discrepan ambos métodos pero los desacuerdos se refieren a sobre todo el tipo de estrategia perceptiva en juego: auditiva para unos, visual para otros. La llamada “querella de los métodos” (B. Bralasvky, 1973) está planteada en términos de cuáles son las estrategias perceptivas en juego en el acto de lectura. Pero ambos, inevitablemente se apoyan en concepciones diferentes del funcionamiento psicológico del sujeto y en diferentes teorías del aprendizaje.
Existen dos maneras de enseñar a una basada en el aprendizaje del código, otra basada en la construcción del sentido; en ambos casos niños y niñas aprenden a leer, en el primero, el maestro es el centro del aprendizaje y comunica su saber a los alumnos, considerados como un todo homogéneo, con los mismos intereses, los mismos ritmos y las mismas posibilidades, el niño debe repetir, memorizar en el otro caso, el alumno es una individualidad una personalidad que el maestro debe construir, el niño es un lector desde el principio.
Los métodos conocidos para aprender a leer y escribir presentan sus ventajas y sus desventajas. No existe el mejor método para aprender a leer o a escribir. Dependerá de una serie de circunstancias: la lengua que se enseña, los factores socioeconómicos, los objetivos del sistema educativo, la preparación del maestro, las características del niño; para señalar la escogencia de un determinado método o fusión de métodos. Pero cualquiera que fuese el métodos o métodos escogidos por el maestro, deben anteponer los principios pedagógicos y psicológicos que caracterizan una buena metodología. El maestro debe conocer todos los métodos que se usan para la enseñanza de la lectura.
El método que utilice el maestro estará basado en las exigencias psicológicas del niño. Muchos métodos se han descartado por no adaptarse ni a la psicología ni a los intereses del niño, ni a la pedagogía, y de cada uno de los métodos que se han usado y que aún se usan para enseñar a leer hay defensores y detractores.

La enseñanza de la composición escrita

La expresión escrita está presente en todas las áreas del conocimiento, y no exclusivamente en el área de lengua, se trata de un instrumento que puede emplearse para aprender sobre cualquier contenido del currículo. Por consiguiente, la expresión escrita se integra de forma real en éste y, además, se constituye en una herramienta para el aprendizaje y la comunicación (Hernández y Quintero, 2001)
Frente a esta consideración, cualquiera de los cuatro enfoques (gramatical, producto, proceso y contenido) son importantes en la expresión escrita, cada uno incluye aspectos necesarios para darle sentido al acto de escribir y de una manera u otra se complementan para favorecer la enseñanza de la complejidad y profundidad de la actividad de escritura.

Modelos de la Composición Escrita

Modelos Instruccionales

Son de corte instructivo y en los últimos años, han hecho aportaciones cruciales para la enseñanza y el aprendizaje de la composición escrita entre los cuales se mencionan:


Modelo de Mather y Robert (1995)

En este modelo el proceso de escritura está compuesto por las actividades de planificación, la redacción y la revisión sin dejar a un lado un factor muy importante como es la motivación para su realización. De allí que para la organización textual utilizan organizadores gráficos como discos de escrituras que separan las ideas principales con sus respectivos detalles, además de gráficos para textos secuenciales que organizan la información mediante un párrafo introductorio, uno de desarrollo y uno de conclusiones.
Estas autoras plantean varias estrategias para la elaboración de textos, entre las que se encuentran: La estrategia de la audiencia y las estrategias de organización de párrafos que constituyen recursos eficaces en la instrucción de la escritura. La evaluación no se puede separar del proceso instructivo en este modelo, y le proporciona al docente y al alumno instrumentos que le ayudan en la tarea de la escritura.
Con la aplicación de este modelo se busca formar escritores con destrezas tanto cognitivas como metacognitivas que lo impulsen a la escritura, acrecentando la motivación hacia la tarea escrita.

Modelo de Sharon Sorenson (1997)

Para Sorenson el proceso de escritura se lleva a cabo a través de procesos previos antes y durante la escritura que constituyen actividades que permiten construir textos de calidad. La organización textual se basa en el criterio de planificación determinado, según el tema a tratar, (según la estructura, párrafos, contenido) siguiendo los procesos previos a la escritura, atendiendo a todo lo que envuelve este proceso. Utilizan estrategias de planificación, desarrollo, revisión, de evaluación y adecuación del escrito.
La evaluación dentro de este modelo se realiza a través de una revisión y monitoreo constante de las actividades empleadas para la construcción de textos.
Se caracteriza por ser un proceso recursivo complejo. Sus conclusiones están basadas en la confiabilidad de la escritura y del proceso de instrucción, es por ello que en sus estudios consideran que escribir correctamente, no es un acto insuperable y es a través de la instrucción y la práctica que se puede lograr realizar composiciones escritas que se propongan los alumnos.

Modelo de Bernice Wong (1996)

El proceso de escritura en este modelo se realiza a través de tres fases: La planificación, la escritura y la revisión, por medio de un programa instructivo.
Se emplean estrategias instruccionales, utilizan diversos materiales, técnicas e instrumentos (trabajo en equipo, individual, cuestionarios, fichas de ayuda, entre otros).
La organización textual se realiza en función de las técnicas e instrumentos aplicados y en el programa instructivo utilizado para la realización de la tarea escrita. La evaluación se lleva a cabo a través del análisis de los resultados al momento de aplicar las técnicas e instrumentos según el proceso instructivo y con la aplicación de este modelo se han alcanzado objetivos cuantitativos en la investigación de la escritura en niños con dificultades de aprendizaje, tales como: Aumento de su productividad, claridad y organización de ideas, mayor dominio de géneros textuales específicos, desarrollando estos niños una mayor conciencia sobre su propia escritura.

Modelos Explicativos de la Composición Escrita

La conceptualización de la escritura ha sido el resultado de un proceso investigador lento que ha ido pasando de la refutación de diversos modelos explicativos, que partían de supuestos excesivamente simplistas de la actividad de composición, al acercamiento progresivo a otros que tratan de desvelar de modo más profundo los procesos, subyacentes a dicha actividad (Hernández y Quintero, 2001)
El campo de la investigación en la composición escrita en los últimos tiempos se ha estructurado en torno a tres grandes modelos o intentos explicativos de la misma, y son: Los modelos de producto, modelo de proceso y los modelos contextuales o ecológicos.

Modelos de Producto

Estos modelos conciben la escritura como una actividad en conjunto restringida a los aspectos netamente lingüísticos apuntando exclusivamente a los rasgos más superficiales y formales del proceso de escritura, es decir, ortografía, puntuación, gramática. El texto es visto como el resultado o producto concluido basándose solo en el análisis del producto de dicha actividad. Trabajan con estrategias basadas en la enseñanza del código y la correcta realización de las grafías bajo un método de instrucción directa.
Los modelos de producto han tenido tradicionalmente una amplia aceptación en el contexto educativo, al mostrarse especialmente eficaces para organizar, dirigir la instrucción y evaluar la expresión escrita. (Hernández y Quintero, 2001). Sin embargo, el proceso de escritura carece de muchos elementos que no explican los procesos que genera tal actividad, promoviendo solo el aprendizaje de los aspectos formales de la composición escrita, sin que se persiga al escribir un fin comunicativo, ni una significatividad del aprendizaje al elaborar composiciones escritas.

Modelos de Proceso

Caracterizan de forma más precisa la escritura, teniendo en cuenta los procesos que se ponen en marcha durante esta y las exigencias requeridas en la producción de un texto.
Siguiendo la clasificación realizada por Gil y Santana (1985), la evolución del enfoque de proceso puede organizarse temporalmente en tres etapas que coinciden con la aparición de tres tipos distintos de modelos procesuales: Los modelos de traducción, los modelos de etapas y los modelos cognitivos.

Modelos de Traducción

La escritura está concebida como un proceso de decodificación de grafemas en fonemas o sea, una directa traducción de fonemas a símbolos gráficos.
La concepción del texto supone la traducción de un pensamiento en palabras, es decir, la plasmación directa de una idea codificada en un formato gráfico.
En cuanto a los tipos de escritor nos encontramos con escritores novatos y expertos, que utilizan estrategias de generación de ideas a través de la activación de conocimientos por parte de los escritores inspirándolos a generar sus propias producciones. Estos modelos han sido denominados también modelos de pensar-decir, ofreciendo una explicación bastante primitiva y simplista de los procesos de escritura al identificarlos como la cara opuesta de los procesos de lectura o de expresión oral. (Hernández y Quintero, 2001)

Modelos de Etapas

Este modelo explica la habilidad de la expresión escrita como un proceso complejo, formado por distintas fases, en las cuales ocurren cosas diferentes. Se propone dividir el proceso de producción del texto escrito en etapas: Preescritura, escritura y reescritura. En la primera, se incluye todo lo que pasa en un escritor hasta que alcanza una idea general o plan a desarrollar. En cambio las dos etapas posteriores constituyen la redacción del escrito.
El modelo de etapas puede caracterizarse como básicamente lineal y unidireccional porque su aplicación supone la posibilidad de abordar de forma ordenada y estrictamente programada el proceso de escritura. Las tres etapas que se proponen son discretas y sucesivas y, de ser desarrolladas orgánicamente, en opinión de los investigadores que lo proponen, se podría llegar a contar con un texto aceptable.

Modelos Cognitivos

Los modelos cognitivos consideran la escritura como un proceso cognitivo constituido por diversos subprocesos que se organizan en un sistema jerárquico, siendo el control consciente del proceso global el nivel más alto de dicho sistema (Hernández y Quintero, 2001). Desde estos modelos la escritura requiere la reflexión constante sobre el proceso seguido y sobre el producto que se va obteniendo.

Modelo de Flower y Hayes (1980)

Proponen un modelo del proceso de producción textual que, según diversos autores (Bereiter y Scandamalia, 1987; Cassany, 1989) se destaca por ser uno de los trabajos con que se cuenta hoy en día más completos y acabados acerca de la habilidad de componer por escrito. En este contexto, los modelos cognitivos intentan explicar cuáles son los procesos que un escritor experto o no sigue durante la tarea de producción escrita. De especial interés en estos modelos son las estrategias o procedimientos que el escritor ejecuta y la forma en que estos interactúan mientras se lleva a cabo el proceso.
La perspectiva adoptada para su teoría de la producción escrita es aquella del enfoque de solución de problemas, que según Flower y Hayes ofrece una herramienta alternativa para la confrontación con los procesos de pensamiento. El modelo consta de tres grandes componentes: las condiciones externas a la tarea, la memoria de largo plazo del escritor y los procesos de escritura. El proceso de escritura implica tres procesos de gran complejidad: Planificar, redactar y revisar, los cuales no se organizan de modo lineal e independiente, sino jerárquico y recursivo. En cualquier momento de la actividad de escritura, el escritor puede realizar planificaciones que afecten a diferentes partes del escrito o a la totalidad del mismo e igual ocurrirá con la revisión. Por tanto, el proceso de composición no sólo exige la puesta en práctica de unas operaciones cognitivas, sino también de actividades y estrategias a partir de las cuales el escritor puede determinar con claridad la meta a conseguir seleccionar, planificar, organizar, evaluar conocimientos y procedimientos y controlar la actividad cognitiva durante el proceso. (Hernández y Quintero, 2001)


Bereiter y Scardamalia (1987, 1992)

Decir el conocimiento versus transformar el conocimiento

Bereiter y Scardamalia (1987, 1992), interesados en una psicología del proceso de producción escrita, proponen dos modelos de composición textual que constituyen una unidad global. Estos autores sostienen que escribir es, al mismo tiempo algo natural y algo problemático.
En el primer caso se sitúa el modelo denominado proceso de “decir los conocimientos”, en segundo, se postula un modelo de transformar “los conocimientos”. La diferencia entre ambos no se establece en términos de los tipos de textos producidos, sino en los procesos y estrategias que llevan al escritor a la generación del texto escrito.
De acuerdo con el primer modelo, la producción de un texto puede llevarse a cabo sin la existencia de un objetivo o plan global que sirva para guiar la elaboración del escrito y para ejecutar las necesarias modificaciones y adecuaciones. Este modelo caracteriza a un escritor inmaduro que carece de los procedimientos de solución de problemas de composición de que dispone un escritor ideal o en dominio de una competencia madura y bien desarrollada.
Bereiter y Scardamalia (1987), puntualizan que la producción de un texto bajo este modelo no exige un gasto significativo de energías para planificar y establecer metas, ya que la solución natural al problema se plantea, más bien, como una reproducción de conocimientos disponibles, basados en experiencias personales recientes y se apoya en habilidades de producción textual ya existentes. Como se comprende, este modelo no presenta grandes demandas al escritor y las que debe enfrentar las soluciona con técnicas simples.
Por su parte, el modelo de transformar el conocimiento es mucho más complejo y no se presenta como una mera reelaboración del anterior, sino que asume como un subcomponente al anterior. Este modelo se plantea como un análisis y resolución de un problema y se constituye as partir del conocimiento y estrategias de los escritores talentosos, de mayor experiencia y madurez en diferentes edades, ya sea escolares, universitarios o profesionales.
Este modelo se ejecuta con dos “espacios problemas” diferentes: El espacio del contenido y el espacio retórico. En el primero de ellos están incluidos el tópico de la composición, la información previa y las creencias del escritor. En el espacio retórico, se enfrentan los problemas de establecer y ejecutar los objetivos, es decir, en él se deben realizar operaciones de planificación y organización de acuerdo a la tarea y a los conocimientos existentes en la memoria del escritor.
La transformación del conocimiento se lleva a cabo dentro del espacio de contenido, pero para llegar a una real transformación del conocimiento, debe efectuarse una interacción entre este espacio y el retórico, a través de la traducción de información, en otras palabras, las conexiones entre ambos espacios de acción son operaciones recursivas que producen un algo, pero que a la vez, se considera como input para nuevas operaciones de transformación.
La característica distintiva del modelo de transformar el conocimiento reside en la formulación y resolución de problemas y en la continua interacción entre el desarrollo de conocimiento y el desarrollo de un texto escrito. En concreto, este modelo propone una escritura como generación de ideas a partir de una tarea asumida como búsqueda de conocimientos en que los procesos son interactivos y se retroalimentan bidireccionalmente. Dichos procesos se componen de diferentes elementos retóricos, tales como objetivo, plan de acción y audiencia; todo ello desde la existencia de un proceso intencional, controlado y guiado por el escritor como una tarea consciente.

Modelo Contextual o Ecológico

Concibe la escritura como un proceso comunicativo y social que adquiere pleno significado en el contexto físico, social y cultural en donde se desenvuelven los escritores. El texto está condicionado por el contexto en el que se desenvuelve el escritor para construir los significados. Se distinguen escritores novatos y expertos debido a que la escritura es considerada una herramienta importante para el proceso comunicativo y social. Estos escritores utilizan estrategias de análisis para determinar los diversos significados en contextos diferentes que influyen en la composición escrita.
Se trata pues, de una perspectiva de análisis que se desarrolla en el núcleo de las situaciones educativas concretas, motivada por la necesidad de profundizar en la dimensión social y comunicativa de la escritura, proyectándose como un modelo capaz de dar cuenta global e integradamente de la complejidad de la composición escrita, dando origen a nuevos modelos alternativos de enseñanza (Hernández y Quintero, 2001).
La revisión de uno y otros modelos será la que guíe la necesidad de diseñar y validar nuevos modelos didácticos centrados en la mejora de los procesos cognitivos de la composición escrita en situaciones comunicativas diversas.

Composición de Textos Escritos

El tema de la comprensión de textos escritos ha adquirido en estos últimos años amplia difusión y ha sido abordado desde las más diversas disciplinas.
Lingüistas, psicólogos, educadores, psicolingüístas, sociólogos, han manifestado su interés y han encontrado algo que aportar a cada más amplio número de publicaciones existentes. Algunos autores, incluso han llegado a sugerir que la preocupación por la lectura comprensiva es un asunto que hay que ponerle especial atención. En todo caso, no cabe duda que esta especial atención ha venido a fortalecer esfuerzos que investigadores y educadores han desarrollado durante los últimos años con el objeto de profundizar en los conocimientos sobre el tema para llegar a fortalecer el dominio de una habilidad en que la mayoría de los sujetos objeto de investigación han demostrado serias deficiencias.
El objetivo de esta parte, es ofrecer una visión de las tendencias importantes en el área, revisando algunos modelos de comprensión lectora, abordando de alguna manera la evolución de las definiciones centrales y el desarrollo y enriquecimiento que han ido alcanzando las proposiciones más integradoras en consideración de aquellas menos abarcadoras o más centradas en aspectos específicos, que constituyen intentos por delimitar de cierto modo las tendencias imperantes en cuanto a la comprensión lectora se refiere.

Modelos Explicativos del Proceso Lector

Existen diversos modelos que pretenden dar cuenta de los niveles de procesamiento y decodificación, algunos de ellos muestran disparidad originada por las variables que intervienen referidas al sujeto, al texto, la tarea y el objetivo en juego.
Entre los modelos más representativos están: Los modelos ascendentes y descendentes, y frente a ellos los modelos situados en una perspectiva interactiva.

Modelos Ascendentes

En ellos el proceso lector se centra en la fase de identificación de la información visual o presente en el texto escrito a partir del reconocimiento de letras y grupos de letras y se constituye como un proceso de alta rigidez.
La lectura es concebida como una habilidad de decodificación en este modelo, pasando a un nivel más alto y lineal de significados correspondientes a las asociaciones del nivel léxico y semántico.
Este modelo no explica fenómenos corrientes como el hecho de que continuamente inferimos informaciones, el que leamos y nos pasen inadvertidos determinados errores tipográficos y aun el que podamos comprender un texto sin necesidad de entender en su totalidad cada uno de sus componentes.
Se limita a considerar que el material escrito, es solo una de las fuentes de información para la comprensión lectora.

Modelos Descendentes

Dentro de esta perspectiva la lectura es concebida como un proceso lineal, secuencial y jerárquico, pero en este caso descendente a partir de hipótesis y anticipaciones previas por parte del lector.
La comprensión lectora depende de los esquemas que cada sujeto activa a través de formulación de hipótesis, en el que el lector no procede letra a letra, sino que utiliza sus conocimientos previos y recursos cognitivos para establecer anticipaciones sobre el contenido del texto y se fija en este para verificarlas.
En este modelo se hace énfasis en los conocimientos sintácticos y semánticos previos, necesarios para que el lector pueda interpretar el significado del texto y no en el reconocimiento de palabras. De allí que los conocimientos previos que posee el lector, sirven para contrastar, confirmar o refutar las hipótesis formuladas durante la lectura.
Ambos modelos dan cuenta de limitaciones y debilidades que presentan, tomados por separado, para tratar de explicar global e integradamente lo que acontece durante la actividad de la lectura (Hernández y Quintero, 2001).

Modelo Interactivo del Proceso Lector

Este modelo no se centra exclusivamente en el texto ni en el lector, si bien atribuye gran importancia al uso que éste hace de sus conocimientos previos para la comprensión del texto. Simplificando al máximo, el proceso de lectura. El procesamiento que se produce no acontece lineal y secuencialmente sino en paralelo, lo que implica que intervienen al mismo tiempo procesamiento en sentido ascendente y descendente.
La lectura no se encuentra únicamente determinada por el material escrito, sino que es el resultado de la unión del texto, el sujeto y los factores contextuales específicos.
De la misma forma, la interacción entre el texto y el lector constituye la base de la comprensión, y ésta a su vez, será entendida como un proceso multidimensional dentro de este modelo.
De acuerdo con lo planteado, la perspectiva interactiva se constituye en el momento actual como un marco explicativo capaz de dar cuenta, global e integradamente, de la complejidad que subyace a la comprensión lectora; y al mismo tiempo, susceptible de generar nuevos programas de intervención e investigación. (Hernández y Quintero, 2001)
Desde esta perspectiva, estas ideas unidas a otras comentadas anteriormente permiten formar un panorama cada vez más acabado y global del proceso de comprensión lectora, atendiendo a la diversidad de componentes y situaciones involucradas.

Relación de los Contenidos con la Praxis Pedagógica

Las aptitudes del buen lector comienzan a manifestarse desde sus primeras experiencias infantiles, por eso es necesario que desde temprano se ayude a la instrucción lectora, de manera que logre desarrollarse a plenitud; para obtener ese objetivo el maestro, en todos los niveles, debe canalizar el aprendizaje por vías concretas y muy definidas.
En el camino docente, el área de lectura y escritura dentro de las artes del lenguaje, ha merecido la mayor preocupación y ha dado origen a prolongadas investigaciones en un afán de superar cada vez más los métodos empleados para su enseñanza y las formas para tratar las dificultades halladas en niños que inician el aprendizaje o han logrado ya la etapa formal.
Ninguna práctica pedagógica es neutra, todas están apoyadas en cierto modo de concebir el proceso de aprendizaje y el objeto de ese aprendizaje. Son probablemente esas prácticas (más que los métodos en sí) las que tienen efectos más perdurables a largo plazo, en el dominio de la lectura y la escritura como en todos los otros, según como se plantee la relación entre el sujeto y el objeto de conocimiento, y según como se caracterice a ambos, ciertas prácticas aparecerán como “adecuadas” o “inadecuadas”.
Se evidencia en la actualidad en las programaciones escolares la falta de articulación de los cuatro niveles de adquisición y dominio de la lengua escrita, ejecutivo, funcional, instrumental, epistémico). De allí que cada enfoque y modelo considerado para la enseñanza de la lectura y escritura descritos aquí, y que forman parte de la práctica diaria de maestros, promueven los debates y discusiones para el contraste de opiniones y la revisión de prácticas de enseñanza y de investigación, sobre su utilidad cuando éstos se generan en un marco desprovisto de justificación teórica o cuando los supuestos teóricos en que se apoya la defensa de diversos métodos son claramente opuestos y contradictorios entre sí.
En la actualidad, en la escuela y a lo largo de la etapa primaria, se dedican varias horas por semana al lenguaje, en el que se ubica una parte importante del trabajo de lectura, además el lenguaje oral y escrito se encuentra presente en las distintas actividades propias de las áreas que conforman el currículo escolar.
El desarrollo de estos modelos de enseñanza para la composición escrita y para la comprensión lectora han contribuido a cambiar sustancialmente la perspectiva de enseñanza de los procesos de lectura y escritura, aportando el diseño de actividades educativas acordes con cada contexto en particular, además de implementar diversos programas de instrucción dirigidos a mejorarlos. Es por tanto, que cada uno se orienta en perspectivas particulares dentro de las prácticas pedagógicas las concepciones aplicadas por los docentes permiten a los alumnos desarrollar habilidades para la comprensión y composición de lectura y de texto, así como también adoptar, en consecuencia, las soluciones más adecuadas para afrontarlos para el logro de un aprendizaje significativo y eficiente.

Reflexión Personal

La lectura y la escritura siguen siendo dentro del ámbito educativo, temas de profundo interés y de gran controversia, sobre todo para el docente que diariamente se enfrenta a los nuevos aportes pedagógicos que lo impulsan a replantear el proceso de enseñanza de la lengua.
Como consecuencia, la enseñanza de la comprensión lectora y de la composición escrita ha pasado a constituirse como un objeto de estudio específico que requiere concretarse en modelos de intervención educativa coherente con las exigencias demandadas por tales actividades.
Uno de los debates que siempre será actual en cualquier época es el referido a la enseñanza de la lectura y la escritura, por su impacto en las actividades escolares y sociales futuras y de allí que sea pertinente y relevante apoyar cualquier intento que los docentes hagan con la intención de cualificar sus prácticas en orden a una adecuada adquisición de estas competencias comunicativas por parte de los niños y niñas en los primeros años de su escolaridad.
Cada vez hay mayores argumentos entre los expertos para apoyar uno u otro modelo para la enseñanza tanto de la comprensión lectora como de la composición escrita, ya sean epistemológicos como didácticos, debates de los que saldrán ganando los estudiantes, pues tales discusiones generan claridades para uno y otros, de tal manera que puedan ratificar sus teorías o reconocer el valor de la de sus contradictores.
Bien, creo que tenemos todo el derecho a emplear “métodos” que sean menos complicados, pero debemos garantizar que estos sean de igual o mejor calidad que aquellos que estamos desechando. Por lo menos, creo que esa es la responsabilidad social y ética de todos los maestros y las maestras. Lo anterior es válido para cualquier actividad pedagógica. La pregunta obligada es: ¿Si la teoría que estamos tomando como actual no es válida, entonces cuál es? Y de acá se deriva una segunda: ¿Cuál es la teoría que estamos llevando al aula de clase en nuestra praxis pedagógica diaria?
El temor a que no se innove, a que no se hagan búsquedas para la cualificación de la enseñanza tanto de la comprensión lectora, como de la composición escrita, no puede usarse como disculpa para que se implante una sola manera de entender el proceso de enseñanza y aprendizaje en los colegios y escuelas. Bienvenida la diversidad, porque ella enriquece el debate, y con él se cualifica el pensamiento pedagógico en nuestro país.
Con este panorama, queda claro que existen diversas opciones, debemos actuar con responsabilidad en la tarea que nos ha sido encomendada: Acompañar a los niños y jóvenes en su proceso de construirse como personas, con todo lo que ello implica.
Se debe ofrecer los medios para que los estudiantes aprendan a leer y escribir; estos métodos son elegidos por cada institución según aquello que consideran más pertinente, teniendo en cuenta su identidad, perfil, principios. La práctica educativa vinculada con las diferentes formas de acompañar el aprendizaje de la lectura y la escritura, es una invitación a la escuela para que se abra a otras posibilidades distintas a las tradicionales de la enseñanza y uso de la lengua escrita, permitiendo el contacto de los alumnos con este objeto de conocimiento. Así se ofrece la oportunidad de reconocerse como personas con intencionalidades comunicativas, nacidas de tener unas características distintas a los demás.
El proceso de lectura y escritura ha sido uno de los campos de interés y discusión de los distintos pensadores de la educación. A pesar de existir mucha literatura sobre el tema, se siguen manteniendo inquietudes acerca de los métodos más eficaces, los contenidos, la edad apropiada para iniciar a los niños en el aprendizaje y otras interrogantes que diariamente se plantean los educadores dedicados a esta tarea. Por tal razón, siempre será actual la discusión al respecto.

RESEÑA

Autor: Castelló Monserrat
Revista: signos@UCV.cl
Año: 35 Nº 51-52, septiembre 2002
Universidad Católica de Valparaíso

De la investigación sobre el proceso de composición a la enseñanza de la escritura

En los últimos años, se han desarrollado varias líneas de investigación en el campo de la producción o composición escrita y los procesos cognitivos relacionados, desde varias áreas de investigación psicológica sobre aspectos lingüísticos, evolutivos, cognitivos y educacionales, que pueden resultar promisorios respecto a cómo construir nuevas prácticas de pensamiento letrado, con el fin de lograr innovaciones significativas en la enseñanza de este dominio.
En términos generales, la gran mayoría de las investigaciones concuerda al señalar que la composición escrita es un proceso cognitivo complejo que consiste en traducir el lenguaje representado (ideas, pensamientos, sentimientos, que posee el sujeto) en discurso escrito coherente, en función de contextos comunicativos y sociales determinados.
Dentro de este marco de ideas Monserrat Castelló, en su artículo presentado en signos@UCV.cl (Año: 35 Nº 51-52, 2002) titulado: De la investigación sobre el proceso de composición a la enseñanza de la escritura; ha pretendido analizar los principales cambios que en los últimos años han acaecido en la manera de concebir el proceso de composición y en los retos que esta concepción plantea a la enseñanza de la escritura.
Para Castelló escribir es un proceso cognitivo y socialmente situado que en la actualidad a partir de aportaciones provenientes tanto de la pragmática, como de la sociolingüística además de la psicología y la psicolingüística, se considera que el contexto se crea a través de la escritura, que en la enseñanza de proceso de composición interactúan diferentes contextos y que la escritura de un texto es un proceso situado subsidiario de una determinada situación de comunicación.
A partir de esta consideración, la autora plantea que es poco probable que exista un “proceso de composición” ideal y aconseja en cambio, concebir la escritura como un proceso flexible, dinámico y diverso, en función de las diferentes situaciones discursivas que dan origen y sentido a la tarea de escribir. Ello supone entender que el proceso de composición, seguido por un autor, solo es interpretable en un contexto determinado; cada escenario dibuja una trama de condiciones particulares y sugiere al escritor un modo de proceder diferente.
Esta perspectiva teórica ha sido denominada por varios autores sociocognitiva, por cuanto tiene en cuenta los procesos cognitivos que se ponen en marcha al escribir, pero al mismo tiempo considera que estos procesos son siempre dependientes de un contexto. Es decir, el proceso de composición es específico de función de una determinada situación de comunicación y de la interpretación de sus exigencias por parte del escritor. Esto equivale a entender que los procesos de composición son siempre situados, dependen de un contexto espacio temporal y de un entorno sociocultural que les confiere sentido (Camps y Castelló, 1996; Tolchisky, 2000).
A partir de estas consideraciones, caracteriza la escritura y los procesos de composición, de forma más explicativa, ya que se ajusta mejor a las descripciones de nuestra actuación como escritores, que es, de hecho, variable según los contextos y resulta por tanto, mucho más pertinente que la que proponían los modelos focalizados exclusivamente en los aspectos cognitivos o los que centran su atención exclusivamente en los aspectos socioculturales y en el análisis de los textos de referencia.
Por consiguiente, es justo reconocer que, gracias a la popularidad que alcanzaron los modelos que proponía una explicación exclusivamente cognitiva del proceso de composición, en el ámbito educativo se empezó a desplazar la atención desde el producto de la escritura hacia el proceso de composición. De allí que, buena muestra de ello son las numerosas propuestas centradas en la enseñanza del proceso de composición, diseñada para que los estudiantes aprendieran a utilizar las operaciones mentales de los escritores expertos y que todavía hoy gozan de aceptación en el ámbito educativo.
Por otro lado, desde la alternativa de una perspectiva sociocognitiva, el enfoque adoptado en la enseñanza del proceso de composición, tiene que ver no sólo con enseñar a los alumnos a dominar los diferentes procedimientos y habilidades cognitivas que la escritura supone, sino fundamentalmente con enseñarles a identificar las condiciones de cada una de las situaciones comunicativas a ser conscientes de los matices diferentes que conllevan y de ajustarse a diferentes situaciones particulares.
Se plantea que, a partir de las consideraciones precedentes a la enseñanza del proceso de composición escrita, pueda concretarse en unas determinadas secuencias de enseñanza – aprendizaje con características diferenciales a las que se generan desde otros enfoques didácticos. Para ello se toma en cuenta en primer lugar, a los objetivos planteados, y al tipo de contenido que enseñan; en segundo lugar, al tipo de actividades de enseñanza-aprendizaje y de evaluación, así como al rol del profesor y del alumno en dichas actividades.
De las características precedentes se desprende la caracterización del tipo de actividades que deberían plantearse en estas secuencias de enseñanza y aprendizaje del proceso de composición escrita. Tres son las exigencias que estas actividades y tareas deberían cumplir; en primer lugar, garantizan la Contextualización de la escritura; en segundo lugar, asegurar la funcionabilidad y el sentido del texto producido y por último, deberían contar con una evaluación formadora en el propio proceso de enseñanza y aprendizaje.
Considero que no son sólo estas las implicaciones educativas que esta concepción conlleva, se destaca de forma prominente la necesidad de fomentar a lo largo de todo el proceso de enseñanza aprendizaje los niveles progresivos de representación consciente de las actividades que conlleva la escritura. Así, no se trata tanto de enseñar procedimientos y técnicas sino fundamentalmente de cambiar la concepción que los estudiantes tienen sobre la escritura y los procesos de composición incidiendo en la asunción de concepciones más elaboradas que permitan poner en marcha procesos de composición complejos, que finalmente van a incidir en el aumento de la función epistémico de la escritura (Castelló, 1999).
Este tipo de investigación situada, realizada, “desde” el aula y no “para” el aula, obliga a redefinir las fronteras entre investigación y aplicación y facilita que las relaciones entre teoría y práctica no sólo sean constantes sino que se interpelen y se alimenten mutuamente.

Reseñadora:
María Julia Blanco Rojas
Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Instituto Pedagógico “Rafael Alberto Escobar Lara”
mariajuliama@hotmail.com


REFERENCIAS

Braslavsky, B. (1973). La querella de los métodos en la enseñanza de la lectura. Buenos Aires: Kapeluz.

Cassany, D., Luna, M. y Sanz, G. (1994). Barcelona: Editorial Graó.

García, J. y Marbán, J. (2002). Instrucción estratégica en la composición escrita. España: Editorial Ariel.

Hernández, A. y Quintero, A.(2001). Comprensión y composición escrita. Estrategias de aprendizaje. España: Editorial Síntesis.