Friday, February 23, 2007

CONTENIDO

Unidad IV

Motivación para el Aprendizaje de la lectura y escritura
Contenidos Conceptuales.
Concientizar las Deficiencias.
Valorar la Formación
Motivación para el Aprendizaje.
Metas y procesos motivacionales en los alumnos.
Motivación en la enseñanza de la lectura y la escritura.
Relación de los contenidos con la praxis pedagógica.
Reflexión Personal
Reseña
Referencias

Unidad IV

Motivación para el Aprendizaje de la lectura y escritura

En esta unidad se estudiarán algunos aspectos relacionados con el significado de la motivación escolar, la cual constituye uno de los factores psicoeducativos que más influyen en el aprendizaje.

Contenidos Conceptuales

Concientizar las Deficiencias

Tenemos limitaciones, si nos vemos con objetividad reconoceremos que no somos infinitamente sabios, maduros, capaces e Inteligentes; la verdad es que tenemos capacidades y fortalezas al lado de dificultades, deficiencias y aspectos mejorables; en algunas áreas nos falta claridad de propósitos, en otras no somos constantes, en ocasiones no procedemos de manera organizada, en ciertos casos actuamos de forma irresponsable, y así sucesivamente.
Ahora bien, la primera condición para superar las deficiencias es darse cuenta de que se tienen y responsabilizarnos por ellas. Sin embargo, es frecuente que pongamos en marcha mecanismos de defensa tendientes a no reconocer, justificar o minimizar las propias fallas. En el ambiente educativo son frecuentes expresiones como “tuve mala suerte”, “el profesor la tiene agarrada conmigo”, “no me explicaron bien”, “no hubo tiempo suficiente”, “hice lo que pude”, “eso no me lo han enseñado”, “diez es nota lo demás es lujo”, entre muchas otras. Con estas Justificaciones, lejos de superar las deficiencias, lo que logra es adaptamos a vivir con ellas, sin que nos hagan sentir tan mal.
En el extremo, esta actitud puede conducir a un hecho social doloroso y ampliamente extendido como es el fracaso estudiantil; bajo esta expresión se agrupan situaciones tan diversas como el bajo rendimiento académico, la repitencia, la escasa motivación y hasta la deserción o el abandono de los estudios. El estudiante vive esta circunstancia de varias maneras: a) constituye una fuente de conflicto con sus padres y profesores, lo cual le acarrea reproches, sanciones y desaprobaciones; b) como sentimiento de culpabilidad, pues tiene la impresión de que comete una falta que mortifica a sus padres y deteriora el clima familiar; c) como fuente de humillación para el concepto de sí mismo y d) como sentimiento de impotencia frente a las tareas educativas, lo cual debilita la confianza en sus propias capacidades.
Por otro lado, somos seres humanos que vivimos en una sociedad, la cual tiene una determinada cultura y participamos de un sistema educativo que Intenta capacitamos para desenvolvemos dentro de esa sociedad aprovechándonos del conocimiento acumulado; en nuestras dificultades como estudiantes seguramente incide una multiplicidad de factores, en los cuales se pueden mezclar cuestiones personales, familiares, sociales y del propio sistema educativo, entre otros. Sin embargo, nuestra zona de influencia tiene sus limites y, tal vez, no podremos hacer mucho por cambiar el sistema educativo, pero donde si podemos intervenir y producir transformaciones y rectificaciones es con respecto a nosotros mismos.

Valorar la Formación

El hombre es un ser que está en parte hecho y en parte debe hacerse, vive un constante proceso de llegar a ser lo que quiere, es un proyecto permanentemente abierto al futuro, su destino es desplegar al máximo sus potencialidades, llegar a conocer y amor, superarse y mejorar, de este modo, lo que le da sentido a nuestro vida es la ejecución de lo que valoramos y la realización personal viene dada por la comprensión, aprecio y práctica de valores.
Lo que más valoramos es aquello que consideramos digno de dedicarle nuestras energías y tiempo, lo que nos parece bueno y valioso, lo que nos produce placer o bienestar, en definitiva, aquello que apreciamos nos reporta algún provecho. Hay quienes les preocupa, básicamente, su realización como personas, a otros los Interesa el éxito. Hay quienes se centran en disfrutar la vida, otros en sobrevivir. Unas personas dedican su vida bien a ganar dinero, disfrutar, amar a los demás, volverse famosas, lograr el poder y convertirse en líderes o a saber cada vez más.
Por supuesto, en estas orientaciones de la vida, las categorías puras no existen y lo habitual son las combinaciones; sin embargo, lo importante es precisar cuál o cuáles de ellos prevalecen en nosotros y aseguramos que eso sea realmente lo que queremos. Por ejemplo, la elección vocacional está impregnada de valoraciones y cada quien estudia aquella carrera que considera que merece la pena dedicarse a aprenderla y luego a ejercerla como profesión; esa estimación se puede tener por una carrera técnica, la medicina, la educación, la investigación científica o las artes. Las cualidades que quieres que tenga tu esposo o esposa, la empresa en la que trabajas o quisieras trabajar, la escuela a la cual quieres que vayan tus hijos o tus amigos, reflejan tus valoraciones.

Aprender y estudiar: El aprendizaje es el proceso mediante el cual se obtienen nuevos conocimientos, habilidades, valores o actitudes a través de experiencias vividas las cuales producen algún cambio en nuestro modo de ser o de actuar. Aprende un niño que, al explorar su ambiente, se quema con el horno o con un cigarrillo, quien se monta en una bicicleta con el deseo de saber hacerlo, quien ve una película o un programa de televisión, aprenden los hijos en una conversación familiar, aprende el funcionario que comienza a ejercer un cargo.
Podemos aprender por imitación o por ensayo y error, y mucho de lo que aprendemos ocurre de una manera espontánea, es lo que se denomina aprendizaje incidental, el cual ocurre sin enseñanza formal, sin la Intención de aprender y sin un motivo determinable, Solamente la proximidad de objetos o eventos en el espacio o en el tiempo es condición suficiente para que ocurra este tipo de aprendizaje.
Sin embargo, estudiar es aprender de una manera intencional, esto Implica que el aprendiz debe establecer sus metas y emplear consciente y deliberadamente las estrategias que le permitan alcanzarlas, Quien no sabe lo que quiere en la vida o por qué estudia, o quien estudia sin método, tiene menores posibilidades de éxito que quien tiene propósitos firmes y sostenidos y cultiva las habilidades que le permitan lograr sus metas,
Se trata de asumir una conducta voluntaria; ello contrasta con la conducta procedente del instinto, Impulso, reflejo o hábito, ninguna de ¡u cuales implica una elección consciente entre distintas alternativas. Este acto de voluntad se manifiesta en:

* Establecer metas más o menos distantes en el tiempo y ciertos modelos y principios de conducta.
* Evaluar vías alternativas de acción y realizar las acciones que parecen mejores en función de los principios y metas específicos.
* Inhibir impulsos y hábitos que pudieran distraer la atención o, entrar en conflicto con un principio o un fin.
* Perseverar frente a obstáculos y frustraciones en la persecución de metas.
Entre las fallas más comunes que pueden conducir a la debilidad de la voluntad figuran la ausencia de objetivos que exijan esfuerzos o de ideales y modelos de conducta Importantes, para decidir entre alternativas o asumir las decisiones tomadas.

Motivación para el Aprendizaje

No es lo mismo tener que hacer algo que querer hacer ese algo. El término motivación se deriva del verbo latino movere, que significa “moverse”, “poner en movimiento” o “estar listo para la acción”. Según Woolfolk (1990, p.236), “La motivación se define usualmente como algo que energiza y dirige la conducta”. De esta manera, un motivo es un elemento de conciencia que entra en la determinación de un acto volitivo; es lo que induce a una persona a llevar a la práctica una acción. Puede afirmarse, en consecuencia que en el plano pedagógico motivación significa proporcionar motivos, es decir, estimular la voluntad de aprender.
El papel del docente en el ámbito de la motivación se centrará en inducir motivos en sus alumnos en lo que respecta a su aprendizaje y comportamientos para aplicarlos de manera voluntaria a los trabajos de clase, dando significado, de manera tal que los alumnos desarrollen un verdadero gusto pro la actividad escolar y comprendan su utilidad personal y social.
La motivación escolar no es una técnica o método de enseñanza particular, sino un factor cognitivo-afectivo presente en todo acto de aprendizaje y en todo procedimiento pedagógico, ya sea de manera explícita o implícita (Díaz y Hernández, 2001). El manejo de la motivación en el aula supone que el docente y sus estudiantes comprendan que existe interdependencia entre los siguientes actores:

* Las características y demandas de la tarea o actividad escolar.
* Las metas o propósitos que se establecen para tal actividad.
* El fin que se busca con su realización.

Por lo anterior puede decirse que son tres los propósitos perseguidos mediante el manejo de la motivación escolar:

* Despertar el interés en el alumno y dirigir su atención.
* Estimular el deseo de aprender que conduce al esfuerzo.
* Dirigir estos intereses y esfuerzos hacia el logro de fines apropiados y la realización de propósitos definidos.

El papel de la motivación en el logro del aprendizaje significativo se relaciona con la necesidad de inducir en el alumno el interés y esfuerzo necesarios, y es labor del profesor ofrecer la dirección y guía pertinentes en cada situación.
La motivación condiciona la forma de pensar del alumno y con ello el tipo de aprendizaje resultante. Por eso es que Alonso Tapia (1991, p.11) afirma que querer aprender y saber pensar son las “condiciones personales básicas que permiten la adquisición de nuevos conocimientos y la aplicación de lo aprendido de forma efectiva cuando se necesita”.
De manera ideal se esperaría que la atención, es esfuerzo y el pensamiento de los alumnos estuviera guiado por el deseo de comprender, elaborar e integrar significativamente la información, pero se sabe que esto no siempre, ni exclusivamente es así. En gran medida la orientación de los alumnos está determinada por su temor a reprobar o por la búsqueda de una aceptación personal. En realidad, la motivación para el aprendizaje es un fenómeno muy complejo, condicionado por aspectos como los siguientes:

* La posibilidad real que el alumno tenga de conseguir las metas que se propone y la perspectiva asumida al estudiar.
* Que el alumno sepa cómo actuar, qué proceso de aprendizaje seguir (cómo pensar) para afrontar con éxito las tareas y problemas que se le presentan.
* Los conocimientos e ideas previas que el alumno posee de los contenidos curriculares por aprender, de su significado y utilidad, así como de las estrategias que debe emplear.
* El contexto que define la situación misma de enseñanza, en particular los mensajes que recibe el alumno por parte del profesor y sus compañeros, la organización de la actividad escolar y las formas de evaluación del aprendizaje.
* Los comportamientos y valores que el profesor modela en los alumnos, los cuales pueden facilitar o inhibir el interés de éstos por el aprendizaje.
* El empleo de una serie de principios motivacionales que el docente puede utilizar en el diseño y conducción del proceso de enseñanza.

El contexto aprendizaje depende en gran medida de las acciones del docente: “Él es quien decide qué información presentar, cuándo y cómo hacerlo; qué objetivos proponer; qué actividades planificar; qué mensajes dar a los alumnos, antes; durante y después de las diferentes tareas; cómo organizar las actividades de forma individual, cooperativa o competitiva; qué y cómo evaluar; cómo comunicar a los alumnos los resultados de las evaluaciones; qué uso hacer de la información recogida”. (Alonso Tapia, 1991, p.12). es por esto que el docente ejerce una influencia decisiva, ya sea consciente o inconscientemente, en lo que los alumnos quieran saber y sepan pensar.
No obstante, si hay una serie de factores concretos y modificables que contribuyen a la motivación de los alumnos y que los profesores pueden manejar a través de su desempeño y mensajes. Dichos factores modificables se refieren al nivel de involucramiento de los alumnos en la tarea, al tono afectivo de la situación, a los sentimientos de éxito e interés, así como a las sensaciones de influencia y afiliación al grupo (Arends, 1994).
De esta forma, la motivación escolar se encuentra ligada de manera estrecha al ambiente de aprendizaje imperante en el aula (sus propiedades, procesos, estructura y clima).


Metas y procesos motivacionales en los alumnos

Es de vital importancia para el docente conocer las metas que persiguen sus alumnos cuando están en clase.
Tradicionalmente la motivación se ha dividido en dos clases: Motivación intrínseca y motivación extrínseca. La motivación intrínseca se centra en la tarea misma y en la satisfacción personal que representa enfrentarla con éxito. La motivación extrínseca, por su parte depende más bien de lo que digan o hagan los demás respecto a la actuación del alumno o de lo que éste obtenga como consecuencia tangible de su aprendizaje. Lo cierto es que en el comportamiento de los alumnos se encuentran ambos tipos de motivación.
Puede afirmarse que dentro de los motivos principales que animan a los alumnos a estudiar están implicados el conseguir aprender, alcanzar el éxito, evitar el fracaso, ser valorado y obtener recompensas.
Uno de los propósitos centrales de la formación que reciben los niños y jóvenes en las instituciones escolares es desarrollar el gusto y el hábito del estudio independiente, y en este sentido se espera que la motivación del alumno se centre en lo placentero que resulta adquirir conocimientos válidos que le permitan explicar y actuar en el mundo en que viven.
Desde este punto de vista la motivación intrínseca se verá privilegiada, y será lo más deseable que el alumno se vea absorbido por la naturaleza de la tarea, haga intentos por incrementar su propia competencia, y actúe con autonomía y no obligado.
Asimismo y en relación con la autovaloración que hace de su desempeño, se espera que el alumno experimente la llamada motivación de logro u orgullo que sigue al éxito, en vez de miedo al fracaso, por lo cual se reconoce con amplitud que la experiencia de vergüenza y humillación obstaculizan de manera considerable el aprendizaje.
No obstante la motivación extrínseca también desempeña un papel central, y desafortunadamente, en no pocas ocasiones constituye la fuente principal de motivos para aprender. Es claro que los alumnos, en particular los más pequeños, buscan experimentar la aprobación de los adultos y evitar su rechazo, y esto condiciona su interés por el estudio, mientras que en los adolescentes es más que evidente la búsqueda de la aprobación de los iguales.
Por otra parte, las metas relacionadas con la obtención de recompensas externas, como lograr premios o bien evitar la pérdida de objetos y privilegios, actúan determinando el esfuerzo selectivo que el alumno imprime en su trabajo.
Las metas señaladas no son necesariamente excluyentes; lo que puede ser objeto de preocupación es que los alumnos sólo consideren el valor “instrumental” de la realización de una actividad de aprendizaje, sin tomar en cuenta lo que en sí misma les pueda aportar.


Es importante precisar que uno de los supuestos centrales de los enfoques cognitivistas de la motivación es que las personas no sólo responden a situaciones externas o condiciones físicas, también, lo hacen a sus percepciones de tales situaciones. De esta forma, las teorías de la atribución describen de qué manera las representaciones, justificaciones y excusas de los individuos influyen en su motivación, explicando así los resultados, en particular los éxitos y los fracasos (Woolfolk, 1990)
Cabe aclarar que los educadores con frecuencia consideran que la motivación para el aprendizaje es una especie de interruptor que se “enciende” al inicio de la actividad de aprendizaje, y que una vez activada (gracias al empleo de una dinámica de grupo, preguntas inductoras), continúa automáticamente encendida hasta el final.
En contraposición a la ciencia anterior, pienso que la motivación no se activa de manera automática ni es privativa del inicio de la actividad o tarea, sino que abarca todo el episodio de enseñanza y aprendizaje, y que el alumno así como el docente debe realizar deliberadamente ciertas acciones, antes, durante y al final, para que persista o se incremente una disposición favorable para el estudio. En consecuencia, el manejo de la motivación para el aprendizaje debe estar presente y de manera integrada en todos los elementos que definen el diseño y operación de la enseñanza.
Por lo tanto:

Fuente: (Díaz y Hernández, 2001)

Motivación en la enseñanza de la lectura y la escritura

La motivación no significa que un rasgo personal distinga a uno de otro alumno, ni que algunos alumnos la tienen y otros no. La motivación tampoco justifica que se califique de flojo a un alumno cuando el maestro cree que carece de ella.
La motivación radica en impulsos externos e internos para que el niño, el joven o el adulto interactúe en la sesión que expone el maestro o en eventos diferentes. Los impulsos provocan principalmente a los sentidos; es decir, inducen a que el individuo perciba ya por el tacto, ya por la vista, ya por el oído, situaciones interesantes en una atmósfera cálida y relajada para que alerte al cerebro y éste a su vez trabaje fisiológicamente áreas que a veces están aletargadas o poco ejercidas.
Cuando uno está motivado realiza un gran esfuerzo, este último puede o debe ser dirigido y consistente para que la persona alcance el placer, la satisfacción o la meta por la que aprende o ejecuta. Si acaso el maestro tiene un objetivo específico sobre la enseñanza-aprendizaje, debe procurar que sea compatible con la necesidad del alumno. Así, los estímulos ejercidos por parte del formador generan un reto que permite al alumno esforzarse y, por lo tanto, cumplir con su propia meta. Recordemos que ésta, siempre es personal. La motivación, el esfuerzo, la meta alcanzada fortalecen al individuo que cobra día con día confianza y seguridad para retarse así mismo. Esto robustece sus anhelos, aunque resulta importante que explore sin reticencia situaciones diversas.
Muchas veces creemos que la escritura está cumplida en su totalidad porque el alumno escribe su nombre, conoce la oración, distingue un sustantivo, o bien, lee los minúsculos textos que en el programa escolar exigen. ¿Por qué es importante escribir? Olvidamos que la escritura produce una estructura mental lógica y abierta, cuyo sentido conlleva reflexión, detenimiento, análisis, profundidad, abstracción, elementos espaciales, entre otros aspectos.
En la escritura queda inmersa la creatividad, ese vocablo extraño que a tantos espanta o despreocupa, y en ella van la emoción y el pensamiento del autor, del alumno, que precisan de un sitio en blanco para vaciarse en contenido y en experiencia.
¿Con qué palabra se define el alumno a sí mismo? Lo ignoramos. Frente a nosotros están las caras adormiladas. ¡Son cabezas duras!, algunas muecas descontentas, ¿qué no entienden?; otros gestos de tristeza, ¡burros!; otros más de apatía, ¿cuántas veces debo repetirlo? y, hasta el rincón, los ojos indiferentes, ¡ya te dije!, que burlan a nuestro intelecto, a la autoridad académica, al maestro. ¡Por Dios!, quien fue niño también y pasó por las aulas de la misma manera que esos seres. El olvido es un arma peligrosa.
La escritura desarrolla el intelecto, porque el creador deposita en ella la riqueza de vocabulario, puntuación, ortografía, redacción, congruencia, concordancia. Si, en ella, además de la creatividad, hallamos la manifestación más objetiva del manejo correcto de la lengua. Los temas contenidos en el programa de lengua que se han repasado a lo largo de la primaria, secundaria o de un grado a otro, quedan impresos en un texto creativo, en un texto estudiantil.
La escritura confronta al creador. Reta. Le demanda darse en palabras, te reclama conocimiento, precisión, juego, dinamismo, lo pone a trabajar mentalmente y lo impulsa a investigar, a pensar, a aprender.
Quien escribe crea. Quien lee recrea. La lectura y la escritura tienen un vinculo indisoluble, puesto que quien escribe investiga el tema o el asunto que llama su atención, hurga en su propio conocimiento o en el de otros. Por lo tanto, aprende a leer, aprende a leerse, y el objetivo final del texto: expresión para otro, para un lector. Así, la lectura y la escritura establecen un punto permanente de contacto entre la creación y la recreación.
Daniel Cassany menciona que la imagen social más difundida de la escritura es bastante raquítica y a menudo errónea. No todo mundo califica como escritos lo que se elabora en el trabajo, una idea divulgada, aceptada por cada uno de nosotros, como si la palabra escritor designara a seres alados, cultos, prominentes y, por lo tanto, la escritura fuera el sello majestuoso de la fama, de la popularidad o bien, de lo inaccesible. Otras personas califican de ociosos a los escritores o dicen que no tienen nada que hacer en la vida mientras uno trabaja; sus obras son el resultado de la haraganería y el texto, en consecuencia, no sirve para nada. Entonces, ¿qué sucede con los textos escolares?, ¿acaso el alumno es un ocioso?, ¿la escritura no tiene que ver con el aprendizaje?
Cada materia, si así queremos denominada requiere de la escritura y de la lectura para su comprensión. El ejercicio de la escritura y la lectura enseña al alumno nuevos caminos hacia el aprendizaje, pues en ellas existe la búsqueda de la invención. Reconozcamos que la mayoría de las materias contienen aspectos teóricos que necesitan de un lector atento y comprometido para discernir o resolver cualquier punto relevante. Desde un problema aritmético o matemático hasta un hecho histórico o científico. Esto confirma el vínculo indisoluble entre la escritura y la lectura. Para conseguir que los alumnos aprendan, no basta explicar bien la materia y exigirles que aprendan. Es necesario despertar su atención, crear en ellos un genuino interés por el estudio, estimular el deseo de conseguir los resultados previstos y cultivar el gusto por los trabajos escolares. Ese interés, ese deseo y ese gusto actuarán en el espíritu de los alumnos como justificación de todo esfuerzo y trabajo para aprender.
La motivación no es un problema exclusivo de la enseñanza y del aprendizaje. Está presente en todas las manifestaciones de la vida humana, condicionando su intensidad y su eficacia.

Relación de los contenidos con la praxis pedagógica

En el ámbito escolar, la posibilidad de enriquecer nuestro conocimiento, ampliar nuestras perspectivas y desarrollarnos como personas está determinada por la comunicación y el contacto interpersonal con los docentes y los compañeros de grupo.
Es por lo anterior, que la psicología, y en particular las aproximaciones cognitivas, sociogenéticas y sociolingüísticas, se ha interesado por el estudio de la dinámica real del aula, en términos de las interacciones que ocurren entre el docente y el alumno y entre los propios alumnos.
Los cambios motivacionales en los alumnos suelen estar asociados a los mensajes que les transmiten el profesor a través de sus actuaciones y de la información que les da sobre su desempeño. Estos mensajes pueden centrarse en los resultados así como en el proceso de aprendizaje.
En este sentido, el deseo de saber, la necesidad de logro y autosuperación, la involucración personal en un campo de estudio determinado son factores que inciden en el aprendizaje por cuanto condicionan el estado de alerta, atención, el nivel de esfuerzo, la persistencia y la concentración con lo que la persona asume las diferentes actividades.
Para que los alumnos adquieran dominio de las destrezas de lectura y la escritura, es necesario que tengan deseos y estímulos para desarrollarlos, además de que tengan acceso a materiales interesantes y una práctica frecuente. La motivación, en el aula depende de la interacción entre el profesor y sus estudiantes. En cuanto al alumno influye en las metas que se establece, la perspectiva que asume y sus expectativas de logro y las atribuciones que hace de su propio éxito o fracaso.
En el profesor es de gran relevancia lo importante que resulta su actuación y los comportamientos que modela así como los mensajes que transmite a los alumnos y la manera como organiza la clase.
De allí que la motivación dentro de la praxis pedagógica para la enseñanza de la lectura y la escritura constituye un elemento indispensable que encaja en el campo de las denominadas estrategias de apoyo, las cuales permiten al aprendiz mantener un estado propicio para el aprendizaje, ejerciendo un impacto indirecto sobre la información que se va a aprender, y su papel es mejorar el nivel de funcionamiento cognitivo del alumno, habilitando una disposición afectiva favorable para desarrollarlas.

Reflexión Personal

Nuestro comportamiento generalmente tiene diversas motivaciones, así, un estudiante puede realizar una asignación porque:

* Desea ser reconocido por sus compañeros como el mejor.
* Sus padres le ofrecieron un premio.
* Le interesa el tema y despertó su curiosidad.

El trabajo académico requiere de una fuerte dosis de motivación, pues cuando hay interés, el trabajo se vuelve más participativo, efectivo y entusiasta, con mejor disposición para vencer los obstáculos. La motivación intrínseca produce un efecto dinamizador en la actividad de la persona, de manera que se constituye en uno de los elementos fundamentales de la actividad creativa y el disfrute emocional durante la actividad intelectual.
Es necesario trabajar aspectos motivacionales conjuntamente con la enseñanza de las estrategias de comprensión lectora y composición escrita. Desde el inicio de su entrenamiento se debe dirigir la enseñanza con el objeto de conseguir que los alumnos reestructuren sus interpretaciones sobre cómo aprender en forma significativa. El resultado de una determinada técnica de motivación para estos procesos dependerá de una serie de factores intrínsecos y extrínsecos al educando y de sus diferencias individuales.
Son innumerables las técnicas de motivación existentes. Y es bueno que así sea, pues el docente, en cualquier circunstancia, tendrá la oportunidad de echar mano de una u otra.
Los autores revisados muestran que la clave del trabajo motivacional en el aula reside en la habilidad del profesor de poner en contacto a los estudiantes con ideas potentes que permitan vincular estructuras de contenido, clarificar las principales metas de enseñanza y proporcionar las bases de aplicaciones auténticas.
Para concluir, considero que la motivación es un proceso a la vez personal y social: el alumno actúa como elemento integrante de un grupo donde lo importante es mantener un clima emocional positivo que está influido por la motivación de manera significativa por las formas de interacción docente – alumno y los compañeros involucrados en la consecución de metas afines.
Motivar para la lectura y la escritura exige despertar el interés y la atención en los alumnos por los valores contenidos en ellas, promoviendo su desarrollo y mejoramiento, el gusto por realizarlas y la satisfacción de cumplir con las tareas que estos procesos demandan.

Reseña

Autor: Solé Isabel
http://www.educadormarista.com/articulos/el_apoyo_del_profesor
Revista: Aula de Innovación Educativa.
Año: Mayo, 2001.

El Apoyo del Profesor

En el aprendizaje escolar, hablar de motivación remite a la compresión de aquello que actúa, para el alumno, como incentivo para aprender.
Encontramos alumnos más curiosos que otros, algunos más interesados en general, por lo que la institución educativa les ofrece, es igualmente cierto que la motivación no es algo que venga dado, sino que se construye en las propias situaciones de enseñanza y de aprendizaje.
A partir de estas consideraciones Isabel Solé en su artículo presentado en Aula de innovación educativa, mayo 2001, titulado “El apoyo del profesor” ha examinado las relaciones de motivación y aprendizaje significativo, proporcionando algunas pautas para que la intervención del profesor contribuya a que los alumnos se sientan motivados intrínsecamente para aprender.
Para Solé el aprendizaje siempre tiene un coste cognoscitivo y emocional para el alumno. Aprender de verdad implica recuperar, contrastar, cuestionar y modificar los esquemas de conocimiento no exento de dificultades y que requiere dedicación y esfuerzo.
A partir de esta afirmación, la autora plantea que la mayoría de las veces lo que ocurre no es que los alumnos y alumnas no están motivados en absoluto, lo que pasa, más bien es que están motivados por otras cosas, o dicho en otros términos, que los motivos que persiguen no coinciden con aquellos que persigue el profesor (y no son tampoco los más adecuados para aprender).
En tal sentido considera que los motivos que los alumnos pretenden, suelen ser muchos y muy diversos y según (Alonso, 1997; Dweek y Ellott, 1983) existen ciertos acuerdos en considerar que en una tarea de aprendizaje los alumnos pueden dar prioridad a metas vinculadas a:

* Obtención de una recompensa externa (un premio, un regalo) o a evitar un castigo.
* La propia autoestima: percibiese como competentes (o no percibiese incompetente)
* La valoración social: quedar bien ante los demás, ser aceptado (o evitar quedar mal)
* La propia tarea: incrementar la propia competencia, disfrutar con la realización de la tarea.

Estas metas no son totalmente incompatibles entre sí. Sin embargo, es evidente que para un alumno el aprendizaje puede ser prioritariamente un medio para conseguir algún beneficio o para evitar determinada incomodidad.
En este caso, el alumno se encuentra extrínsecamente motivado, y para él, hasta cierto punto es indiferente lo que haya que aprender, lo que importa son los resultados y sus consecuencias (el premio, el reconocimiento y la valoración). Asimismo, en el extremo opuesto, el alumno puede estar enfocado hacia el aprendizaje cuando lo que le importa es justamente aprender, esto es, cuando el aprendizaje es en sí mismo una finalidad, en este caso el alumno se encuentra intrínsecamente motivado y que los incentivos para aprender se encuentran en la propia tarea.
De allí que Solé precise importantes aspectos en relación a la motivación y su incidencia en el tipo de aprendizaje realizado (menos o más significativo), así como ubicar en este contexto la función de los profesores.
Por otro lado, se plantea que no se trata únicamente de contribuir a motivar a los alumnos, sino de que esa contribución redunde en motivación intrínseca, lo que a su vez sitúa al alumno en mejores condiciones para realizar aprendizajes con un elevado grado de significatividad. En segundo lugar que las prioridades del profesor en este ámbito, deberán traducirse en ayudar a los alumnos a centrarse en la tarea, y no exclusivamente en los resultados. Ello significa que, al menos en parte, la función del profesor consistirá en contribuir a que los alumnos perciban el sentido de aprender.
De esta manera es necesario saber que se pretende que se aprenda, encontrarlo interesante y sentirse competente para la tarea que se trate. Para ello se propone ayudar al alumno a representarse los objetivos de lo que se propone y los motivos por los cuales debe realizarlo.
Es por ello que favorecer la motivación de los estudiantes según Solé requiere de un ambiente que privilegie la cooperación por encima de la competición, en el que sea normal pedir y ofrecer ayuda y en el que quepa la posibilidad de equivocarse a aprender de los propios errores, la comunicación fluida y respetuosa, el trato justo y personalizado, son perfectamente compatibles con una moderada exigencia que traduzca confianza del profesor en las posibilidades de sus alumnos.
En este sentido considero que contribuir a que los alumnos se sientan motivados para aprender implica valorar a cada uno como persona diferente a las otras, y tener expectativas positivas aunque ajustadas en relación a sus posibilidades de aprender. Ello significa que, para estar motivado un alumno tiene que percibir que lo que se propone aprender no se corresponde exactamente con lo que sabe y, simultáneamente, que dispone de los recursos necesarios, entre ellos, las ayudas que le pueden proporcionar sus compañeros y su profesor para abordar la tarea con garantías de éxito, aunque requiera un esfuerzo. El hecho de que se perciba al profesor como una fuente de ayuda aparece como un aspecto esencial para que los alumnos se sientan motivados a aprender y lograr que aprendan los contenidos y, simultáneamente, que constaten que pueden aprender otras cosas, cuyo sentido perciben, es, sin duda, el mejor medio para romper el círculo entre la desmotivación y la significación del aprendizaje.

Reseñadora:
María Julia Blanco Rojas
Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Instituto Pedagógico “Rafael Alberto Escobar Lara”
mariajuliama@hotmail.com


Referencias

Alonso, J. (1991). Motivación y aprendizaje en el aula. Madrid: Santillana.

Arends, R. (1994). Aprendiendo a enseñar. Nueva Cork: Mc Graw-Hill.

Díaz, F. y Hernández, G. (2001). Estrategias docentes para un aprendizaje significativo.

Woolfolk, A. (1990). Psicología educativa. Méxic o: Prentice-Hall.

2 Comments:

Blogger Yesenia said...

coincido contigo en el hecho de que motivar para la lectura y la escritura exige despertar el interés y la atención en los alumnos por los valores contenidos en ellas y todo esto no es sencillo por el contrario es una lavor dificil pero no imposible

6:47 AM  
Blogger reveron andrea said...

Buenas noches, comparto tu idea cuando dices que motivar para la lectura y la escritura exige despertar el interés y la atención en los alumnos por los valores contenidos en ellas, de nosotros dependerá el nivel de alcance que logren nuestros alumnos en dichos procesos despertando las ganas para realizarlas y la satisfacción de cumplir con las tareas que estos procesos demandan.

3:16 PM  

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